Juan Rulfo
15. Pedro Páramo: … Mañana
Vi as carretas passarem. Os bois movendo-se devagar. O ranger das pedras debaixo das rodas. Os homens como se estivessem dormindo.
... Toda madrugada a cidade treme com a passagem das carretas. Chegam de todos os lados, atopetadas de salitre, de espigas de milho, de erva-do-pará. Gemem suas rodas fazendo as janelas vibrarem, despertando todo mundo. É a mesma hora em que se abrem os fornos e cheira a pão recém-assado. E de repente o céu pode troar. Cair a chuva. Pode chegar a primavera. Lá você vai se acostumar aos “de repentes”, meu filho.
Carretas vazias, remoendo o silêncio das ruas. Perdendo-se no escuro caminho da noite. E as sombras. O eco das sombras.
Pensei em voltar. Senti lá no alto o caminho por onde tinha vindo, como uma ferida aberta no negror das colinas.
Então alguém tocou meus ombros.
— O que é que o senhor está fazendo aqui?
— Vim procurar... — e já ia dizer quem, quando parei: — vim buscar meu pai.
— E por que não entra?
Entrei. Era uma casa com metade do teto derrubado. As telhas no chão. O teto no chão. E na outra metade um homem e uma mulher.
— Vocês não estão mortos? — perguntei a eles.
E a mulher sorriu. O homem me olhou seriamente.
— Está bêbado — disse o homem.
— Só está assustado — disse a mulher.
Havia uma lamparina de querosene. Havia uma cama de palha seca, e uma cadeira de vime e assento de couro onde estavam as roupas dela. Porque ela estava pelada, do jeito que Deus a botou no mundo. E ele também.
— Ouvimos alguém que gemia e dava cabeçadas na nossa porta. E lá estava o senhor. O que aconteceu?
— Aconteceram comigo tantas coisas que é melhor querer dormir.
— Nós já estávamos dormindo.
— Vamos então dormir.
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Rulfo, Juan Pedro Páramo / tradução e prefácio de Eric Nepomuceno. — Rio de Janeiro: BestBolso, 2008. Tradução de: Pedro Páramo ISBN 978-85-7799-116-7 1. Romance mexicano. I. Nepomuceno, Eric. II. Título
Pedro Páramo – Romance mais aclamado da literatura mexicana, Pedro Páramo é o primeiro de dois livros lançados em toda a vida de Juan Rulfo. O enredo, simples, trata da promessa feita por um filho à mãe moribunda, que lhe pede que saia em busca do pai, Pedro Páramo, um malvado lendário e assassino. Juan Preciado, o filho, não encontra pessoas, mas defuntos repletos de memórias, que lhe falam da crueldade implacável do pai. Vergonha é o que Juan sente. Alegoricamente, é o México ferido que grita suas chagas e suas revoluções, por meio de uma aldeia seca e vazia onde apenas os mortos sobrevivem para narrar os horrores da história. O realismo fantástico como hoje se conhece não teria existido sem Pedro Páramo; é dessa fonte que beberam o colombiano Gabriel Garcia Márquez e o peruano Mario Vargas Llosa, que também narram odisseias latino-americanas.
14. Pedro Páramo: Oí que ladraban los perros - Juan Rulfo
16. Pedro Páramo: La madrugada fue apagando
15. Pedro Páramo: … Mañana
—… Mañana, en amaneciendo, te irás conmigo, Chona. Ya tengo aparejadas las bestias.
—¿Y si mi padre se muere de la rabia? Con lo viejo que está… Nunca me perdonaría que por mi causa le pasara algo. Soy la única gente que tiene para hacerle hacer sus 43 necesidades. Y no hay nadie más. ¿Qué prisa corres para robarme? Aguántate un poquito. Él no tardará en morirse.
—Lo mismo me dijiste hace un año. Y hasta me echaste en cara mi falta de arriesgue, ya que tú estabas, según eso, harta de todo. He aprontado las mulas y están listas. ¿Te vas conmigo?
—Déjamelo pensar.
—¡Chona! No sabes cuánto me gustas. Ya no puedo aguantar las ganas, Chona. Así que te vas conmigo o te vas conmigo.
—Déjamelo pensar. Entiende. Tenemos que esperar a que él se muera. Le falta poquito. Entonces me iré contigo y no necesitarás robarme.
—Eso me dijiste también hace un año.
—¿Y qué?
—Pues que he tenido que alquilar las mulas. Ya las tengo. Nomás te están esperando. ¡Deja que él se las avenga solo! Tú estás bonita. Eres joven. No faltará cualquier vieja que venga a cuidarlo. Aquí sobran almas caritativas.
—No puedo.
—Que sí puedes.
—No puedo. Me da pena, ¿sabes? Por algo es mi padre.
—Entonces ni hablar. Iré a ver a la Juliana, que se desvive por mí.
—Está bien. Yo no te digo nada.
—¿No me quieres ver mañana?
—No. No quiero verte más.
Ruidos. Voces. Rumores. Canciones lejanas:
En falsete. Como si fueran mujeres las que cantaran.
Vi pasar las carretas. Los bueyes moviéndose despacio. El crujir de las piedras bajo las ruedas. Los hombres como si vinieran dormidos.
«... Todas las madrugadas el pueblo tiembla con el paso de las carretas. Llegan de todas partes, topeteadas de salitre, de mazorcas, de yerba de paró. Rechinan sus ruedas haciendo vibrar las ventanas, despertando a la gente. Es la misma hora en que se abren los hornos y huele a pan recién horneado. Y de pronto puede tronar el cielo. Caer la lluvia. Puede venir la primavera. Allí te acostumbrarás a los `derrepentes'; mi hijo. »
Carretas vacías, remoliendo el silencio de las calles. Perdiéndose en el oscuro camino de la noche. Y las sombras. El eco de las sombras.
Pensé regresar. Sentí allá arriba la huella por donde había venido, como una herida abierta entre la negrura de los cerros.
Entonces alguien me tocó los hombros.
-¿Qué hace usted aquí?
-Vine a buscar... -y ya iba a decir a quién, cuando me detuve-: vine a buscar a mi padre.
-¿Y por qué no entra?
Entré. Era una casa con la mitad del techo caída. Las tejas en el suelo. El techo en el suelo. Y en la otra mitad un hombre y una mujer.
-¿No están ustedes muertos? -les pregunté.
Y la mujer sonrió. El hombre me miró seriamente.
-Está borracho -dijo el hombre.
-Solamente está asustado -dijo la mujer.
Había un aparato de petróleo. Había una cama de otate, y un equipal en que estaban las ropas de ella. Porque ella estaba en cueros, como Dios la echó al mundo. Y él también.
-Oímos que alguien se quejaba y daba de cabezazos contra nuestra puerta. Y allí estaba usted. ¿Qué es lo que le ha pasado?
-Me han pasado tantas cosas, que mejor quisiera dormir.
-Nosotros ya estábamos dormidos.
-Durmamos, pues.
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15. Pedro Páramo: … Amanhã
— ... Amanhã, ao amanhecer, você vai comigo, Bugra. Já aparelhei os animais.
—¿Y si mi padre se muere de la rabia? Con lo viejo que está… Nunca me perdonaría que por mi causa le pasara algo. Soy la única gente que tiene para hacerle hacer sus 43 necesidades. Y no hay nadie más. ¿Qué prisa corres para robarme? Aguántate un poquito. Él no tardará en morirse.
—Lo mismo me dijiste hace un año. Y hasta me echaste en cara mi falta de arriesgue, ya que tú estabas, según eso, harta de todo. He aprontado las mulas y están listas. ¿Te vas conmigo?
—Déjamelo pensar.
—¡Chona! No sabes cuánto me gustas. Ya no puedo aguantar las ganas, Chona. Así que te vas conmigo o te vas conmigo.
—Déjamelo pensar. Entiende. Tenemos que esperar a que él se muera. Le falta poquito. Entonces me iré contigo y no necesitarás robarme.
—Eso me dijiste también hace un año.
—¿Y qué?
—Pues que he tenido que alquilar las mulas. Ya las tengo. Nomás te están esperando. ¡Deja que él se las avenga solo! Tú estás bonita. Eres joven. No faltará cualquier vieja que venga a cuidarlo. Aquí sobran almas caritativas.
—No puedo.
—Que sí puedes.
—No puedo. Me da pena, ¿sabes? Por algo es mi padre.
—Entonces ni hablar. Iré a ver a la Juliana, que se desvive por mí.
—Está bien. Yo no te digo nada.
—¿No me quieres ver mañana?
—No. No quiero verte más.
Ruidos. Voces. Rumores. Canciones lejanas:
Mi novia me dio un pañuelo con orillas de llorar…
En falsete. Como si fueran mujeres las que cantaran.
Vi pasar las carretas. Los bueyes moviéndose despacio. El crujir de las piedras bajo las ruedas. Los hombres como si vinieran dormidos.
«... Todas las madrugadas el pueblo tiembla con el paso de las carretas. Llegan de todas partes, topeteadas de salitre, de mazorcas, de yerba de paró. Rechinan sus ruedas haciendo vibrar las ventanas, despertando a la gente. Es la misma hora en que se abren los hornos y huele a pan recién horneado. Y de pronto puede tronar el cielo. Caer la lluvia. Puede venir la primavera. Allí te acostumbrarás a los `derrepentes'; mi hijo. »
Carretas vacías, remoliendo el silencio de las calles. Perdiéndose en el oscuro camino de la noche. Y las sombras. El eco de las sombras.
Pensé regresar. Sentí allá arriba la huella por donde había venido, como una herida abierta entre la negrura de los cerros.
Entonces alguien me tocó los hombros.
-¿Qué hace usted aquí?
-Vine a buscar... -y ya iba a decir a quién, cuando me detuve-: vine a buscar a mi padre.
-¿Y por qué no entra?
Entré. Era una casa con la mitad del techo caída. Las tejas en el suelo. El techo en el suelo. Y en la otra mitad un hombre y una mujer.
-¿No están ustedes muertos? -les pregunté.
Y la mujer sonrió. El hombre me miró seriamente.
-Está borracho -dijo el hombre.
-Solamente está asustado -dijo la mujer.
Había un aparato de petróleo. Había una cama de otate, y un equipal en que estaban las ropas de ella. Porque ella estaba en cueros, como Dios la echó al mundo. Y él también.
-Oímos que alguien se quejaba y daba de cabezazos contra nuestra puerta. Y allí estaba usted. ¿Qué es lo que le ha pasado?
-Me han pasado tantas cosas, que mejor quisiera dormir.
-Nosotros ya estábamos dormidos.
-Durmamos, pues.
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15. Pedro Páramo: … Amanhã
— ... Amanhã, ao amanhecer, você vai comigo, Bugra. Já aparelhei os animais.
— E se meu pai morrer de raiva? Velho do jeito que está... Eu nunca me perdoaria se, por minha causa, acontecesse alguma coisa com ele. Sou a única pessoa que ele tem para fazer as necessidades. E não tem mais ninguém. Qual é essa pressa de me roubar? Aguenta mais um pouquinho. Ele já não demora para morrer.
— Você me disse isso mesmo há um ano. E até jogou na minha cara a minha falta de valentia, pois já estava, você mesma disse, farta de tudo. Preparei as mulas, que estão prontas. Você vem comigo?
— Deixa eu pensar.
— Bugra! Você não sabe quanto eu gosto de você. Não aguento mais de vontade, Bugra. E então você vem comigo ou vem comigo, e já.
— Deixa eu pensar. Entenda. Temos de esperar que ele morra. Falta um pouquinho. Daí eu vou com você e você não vai nem precisar me roubar.
— Isso você também me disse faz um ano.
— E daí?
— E daí que precisei alugar as mulas. Eu não tenho mais nenhuma. Elas estão lá esperando. Deixa que ele se arranje sozinho! Você está bonita. E é jovem. Não vai faltar uma velha qualquer que venha cuidar dele. Aqui tem alma caritativa de sobra.
— Não posso.
— Claro que pode.
— Não posso. É que me dá pena, sabe? Afinal, ele é meu pai.
— Então está resolvido. Vou lá ver Juliana, que se derrete por mim.
— Muito bem. Já não digo mais nada.
— Não vai querer me ver amanhã?
— Não. Não quero ver você mais.
Ruídos. Vozes. Rumores. Canções distantes:
Ruídos. Vozes. Rumores. Canções distantes:
Minha querida me deu um lenço com bainhas de choro...
Em falsete. Como se fossem mulheres cantando
Vi as carretas passarem. Os bois movendo-se devagar. O ranger das pedras debaixo das rodas. Os homens como se estivessem dormindo.
... Toda madrugada a cidade treme com a passagem das carretas. Chegam de todos os lados, atopetadas de salitre, de espigas de milho, de erva-do-pará. Gemem suas rodas fazendo as janelas vibrarem, despertando todo mundo. É a mesma hora em que se abrem os fornos e cheira a pão recém-assado. E de repente o céu pode troar. Cair a chuva. Pode chegar a primavera. Lá você vai se acostumar aos “de repentes”, meu filho.
Carretas vazias, remoendo o silêncio das ruas. Perdendo-se no escuro caminho da noite. E as sombras. O eco das sombras.
Pensei em voltar. Senti lá no alto o caminho por onde tinha vindo, como uma ferida aberta no negror das colinas.
Então alguém tocou meus ombros.
— O que é que o senhor está fazendo aqui?
— Vim procurar... — e já ia dizer quem, quando parei: — vim buscar meu pai.
— E por que não entra?
Entrei. Era uma casa com metade do teto derrubado. As telhas no chão. O teto no chão. E na outra metade um homem e uma mulher.
— Vocês não estão mortos? — perguntei a eles.
E a mulher sorriu. O homem me olhou seriamente.
— Está bêbado — disse o homem.
— Só está assustado — disse a mulher.
Havia uma lamparina de querosene. Havia uma cama de palha seca, e uma cadeira de vime e assento de couro onde estavam as roupas dela. Porque ela estava pelada, do jeito que Deus a botou no mundo. E ele também.
— Ouvimos alguém que gemia e dava cabeçadas na nossa porta. E lá estava o senhor. O que aconteceu?
— Aconteceram comigo tantas coisas que é melhor querer dormir.
— Nós já estávamos dormindo.
— Vamos então dormir.
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Rulfo, Juan Pedro Páramo / tradução e prefácio de Eric Nepomuceno. — Rio de Janeiro: BestBolso, 2008. Tradução de: Pedro Páramo ISBN 978-85-7799-116-7 1. Romance mexicano. I. Nepomuceno, Eric. II. Título
Pedro Páramo – Romance mais aclamado da literatura mexicana, Pedro Páramo é o primeiro de dois livros lançados em toda a vida de Juan Rulfo. O enredo, simples, trata da promessa feita por um filho à mãe moribunda, que lhe pede que saia em busca do pai, Pedro Páramo, um malvado lendário e assassino. Juan Preciado, o filho, não encontra pessoas, mas defuntos repletos de memórias, que lhe falam da crueldade implacável do pai. Vergonha é o que Juan sente. Alegoricamente, é o México ferido que grita suas chagas e suas revoluções, por meio de uma aldeia seca e vazia onde apenas os mortos sobrevivem para narrar os horrores da história. O realismo fantástico como hoje se conhece não teria existido sem Pedro Páramo; é dessa fonte que beberam o colombiano Gabriel Garcia Márquez e o peruano Mario Vargas Llosa, que também narram odisseias latino-americanas.
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Leia também:
14. Pedro Páramo: Oí que ladraban los perros - Juan Rulfo
16. Pedro Páramo: La madrugada fue apagando
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