quinta-feira, 31 de março de 2022

Las Poetisas del Amor - Carolina Coronado (España)

Carolina Coronado (25)




Finalmente em tua calma,
solidão amiga, tão suspirada,
o fogo aceso
de um peito apaixonado
brilha mais doce e mais sossegado.

Y ¿por qué de mi vista has de esconderte;
por qué no has de venir si yo te llamo?
¡Porque quiero mirarte, quiero verte
y tengo que decirte que te amo!

Como vou te chamar para que você entenda
Estou me dirigindo a você, meu doce amor!
quando as oferendas chegam ao mundo
que da solidão oculta te envio?...





A La Soledad

Al fin hallo en tu calma
si no el que ya perdí contento mío,
si no entero del alma
el noble señorío,
blando reposo a mi penar tardío.

Al fin en tu sosiego,
amiga soledad, tan suspirado,
el encendido fuego
de un pecho enamorado
resplandece más dulce y más templado.

Y al fin si con mi llanto
quiero aplacar ¡ay triste! los enojos
del íntimo quebranto,
no me dará sonrojos
el continuo mirar de tantos ojos.

Danme, sí, tierno alivio
la soledad del campo y su belleza,
y va el dolor más tibio
su ardiente fortaleza
convirtiendo en pacífica tristeza.

Plácenme los colores
que al bosque dan las luces matutinas:
alégranme las flores,
las risueñas colinas
y las fuentes que bullen cristalinas.

Y pláceme del monte
la grave majestad que en las llanadas
como pardo horizonte
de nubes agolpadas,
deja ver sus encinas agrupadas.

Allí con triste ruido
de las sonoras tórtolas, en tanto
que posan en el nido
bajo calado manto,
de una a otra encina se responde el canto.—

—Tal vez mis pasos guío
por los sombrosos valles, escuchando
al caminante río,
que con acento blando
se va por los juncares lamentando.

Ya entonces descendiendo
de su altura va el sol, cansada y fría
claridad esparciendo,
y a poco entre armonía
cierra sus ojos el señor del día.

Y los míos acaso
alguna vez, del sueño sorprendidos,
dejaron que en su ocaso
pararan confundidos
afanes del espíritu y sentidos.

Si sola y retirada,
aún me entristece más noche sombría,
la luna con rosada
faz, por oculta vía
sale a hacerme amorosa compañía.

Y al fin hallo en tu calma,
¡Oh soledad! si no el contento mío,
si no entero del alma
el dulce señorío,
blando reposo a mi penar tardío.





Melancolía

Emilio, ¡cómo apuras
loco de risa el tiempo en la alegría!
no hay tregua a tus venturas,
como en la pena mía
no hay tregua a la infeliz melancolía.

Anima tu contento
la primavera, y mi tristeza acrece:
paréceme que el viento
que aspiro se enrarece,
y la lumbre del cielo se oscurece.

Los campos tan hermosos
a tus brillantes ojos, a los míos
turbios, son enfadosos
anchos espacios fríos,
de objetos, de color, de luz vacíos.

Bastan del arroyuelo
a tu juego infantil las blancas chinas:
la fortuna tu anhelo
cumple, si en las vecinas
mieses con la escondida alondra atinas.

¡Cuánto es el alborozo
que tu impaciente corazón regala!
el temblor de su gozo
la agitación iguala
de la avecilla sacudiendo el ala...—

De niña, el riachuelo
y las aves también me divertían,
y cuantas por el suelo
lindas flores se abrían,
a mi regazo fáciles venían.

Mas ya ¿dónde el hechizo
de esas llanuras para mí se encierra?
si de verde o pajizo
se engalana la tierra,
si brota el árbol, si la flor se cierra.

Un alma alborozada
tantos encantos y mudanzas vea:
la mía desolada
de cuanto la rodea,
sólo con el silencio se recrea.





A Las Nubes

¡Cuán bellas sois las que sin fin vagando
en la espaciosa altura,
inmensas nubes, pabellón formando
al aire suspendido,
inundáis de tristura
y de placer a un tiempo mi sentido!

¡Cuán bellas sois, bajo el azul brillante
las zonas recorriendo,
ya desmayando leves un instante
entre la luz perdidas,
ya el sol oscureciendo
y con su llama ardiente enrojecidas!

Y ya brilláis como la blanca espuma
en las olas del viento,
y ya fugaces como leve pluma,
y de sombras ceñidas,
cruzáis el firmamento
las pardas frentes de vapor henchidas.

¡Cuán dulce brilla en su mortal desmayo
rompido en vuestro seno
del sol ardiente el amarillo rayo!
¡Y cuán dulce y templado
el resplandor sereno
del astro de la noche sosegado!

Y ¡cuánto, oh nubes, vuestro errante giro
place a mi fantasía!
triste y callada y solitaria os miro
flotar allá en el viento,
y por celeste vía
melancólico vaga el pensamiento.

Y yo os adoro si con tibio anhelo
adormís las centellas
el vivo sol en el tendido cielo;
si en delicioso manto
veláis de las estrellas
y la pálida luna el triste encanto.

¡Oh!, ¡yo os adoro, del espacio inmenso
deidades vagarosas!
no cuando hirvientes desde el seno denso
en ronco torbellino
arrojáis espantosas
vívidas llamas del furor divino.

¡Ay! ¡que medrosa entonces se ahuyentara
la inspiración sublime!
ni medrosa la cítara ensalzara
del cielo la belleza,
cuando mi sien oprime
nubloso manto de mortal tristeza.

Muda contemplo de pavor cercada
la turba misteriosa
que en pos del huracán revuela osada,
así errante la vida
se arrastra lastimosa
a la senda fatal do el mal se anida.—

Allá en la inmensidad os mueven guerra
furiosos aquilones:
así de desventuras en la tierra
nos cerca turba insana;
así de las pasiones
es juguete infeliz la vida humana.

Ella varía también la faz ostenta,
y brilla y se oscurece,
y cual vosotras rápida se ahuyenta;
y es nube que exhalada
el aire desvanece
en la corriente de la triste nada.

Mas ¡ay! vosotras revagad en tanto
que la cítara mía
os pueda consagrar su débil canto.
Del sol al rayo bello
tended el ala umbría,
y apacible volvedme su destello.

Y dadme inspiración; yo mis cantares
daré a vuestra hermosura.
las que sorbéis el agua de los mares,
¡vagad tranquilamente
con nevada blancura
en la encendida cumbre del Oriente!—





Una Despedida

Escuchad mis querellas,
recinto y flores del placer abrigo,
imágenes tan bellas
como ese cielo que os protege amigo.

Asilo de inocencia,
consuelo del dolor, bosque sombrío,
ir quiero a tu presencia,
y tu césped regar con llanto mío.

Y el agua de tu fuente
beber acaso por la vez postrera,
y respirar tu ambiente,
besar tus flores, la gentil palmera.

Que tu dintel guarnece
de lejos saludar entre congojas,
y a la que en torno crece
modesta acacia de menudas hojas.

Y a los álamos graves
el postrimer adiós dar afligida,
y cantar con las aves
tristísima canción de despedida.

Y en tu graciosa alfombra
reposar halagada de ilusiones
bajo la fresca sombra
de tus frondosos sauces y llorones...

Sus hojas se estremecen
y errantes sombras a mi planta evocan,
que en el viento se mecen,
y mis cabellos con blandura tocan.

Desde aquí la pintura
es más bello admirar de ese tu cielo,
los visos y frescura
de las nubes cercanas a tu suelo;

Y al través de las ramas
mirar el sol que su lumbrera humilla,
y cual de rojas llamas
el Occidente retocado brilla.

¿Ni qué música iguala
al sordo vago suspirar del viento
con que armonioso exhala
un bello día su postrer aliento?

¡Ah! ¡si mi vida entera,
mi cara soledad, recinto amado,
consagrarte pudiera
el mundo huyendo y su falaz cuidado!

Mas ¡ay! que la alegría
de contemplaros con la luz perece
del presuroso día
que a mis ansiosos ojos desparece.

Esas aves cantoras
que de gozar la tarde fatigadas,
en tropas voladoras
retornan gorjeando a sus moradas;

Cuando una sola estrella
con apagada luz brille en el cielo;
cuando la aurora bella
ciña el espacio con purpúreo velo,

Y el nuevo y claro día
con sus tintas anime la pradera;
ellas con alegría
volverán a girar por tu ribera.

En turba bulliciosa
los bosques poblarán... y yo entretanto
lejana y silenciosa
las horas contaré de mi quebranto.

¡Ay! ¡ellas tu hermosura
gozarán y tu paz y sus amores!
yo gusté harta ventura
bebí en tus fuentes y besé tus flores.





El amor de mis amores 
- Adaptación musical del poema de Carolina Coronado





"El amor de mis amores"
Letra: Carolina Coronado (1820-1911)
Música: Juan Ramos 
Voz: Carol Sospedra


¿Cómo te llamaré para que entiendas
que me dirijo a ti ¡dulce amor mío!
cuando lleguen al mundo las ofrendas
que desde oculta soledad te envío?...

A ti, sin nombre para mí en la tierra
¿cómo te llamaré con aquel nombre,
tan claro, que no pueda ningún hombre
confundirlo, al cruzar por esta sierra?

¿Cómo sabrás que enamorada vivo
siempre de ti, que me lamento sola
del Gévora que pasa fugitivo
mirando relucir ola tras ola?

Aquí estoy aguardando en una peña
a que venga el que adora el alma mía;
¿por qué no ha de venir, si es tan risueña
la gruta que formé por si venía?

¿Qué tristeza ha de haber donde hay zarzales
todos en flor, y acacias olorosas,
y cayendo en el agua blancas rosas,
y entre la espuma lirios virginales?

Y ¿por qué de mi vista has de esconderte;
por qué no has de venir si yo te llamo?
¡Porque quiero mirarte, quiero verte
y tengo que decirte que te amo!

¿Quién nos ha de mirar por estas vegas
como vengas al pie de las encinas,
si no hay más que palomas campesinas
que están también con sus amores ciegas?

Pero si quieres esperar la luna,
escondida estaré entre la zarza-rosa,
y si vienes con planta cautelosa
no nos podrá sentir paloma alguna.

Y no temas si alguna se despierta,
que si te logro ver, de gozo muero,
y aunque después le cante al mundo entero,
¿qué han de decir los vivos de una muerta?



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A Espanha é um país que deu ao mundo poetas femininas fascinantes; é o caso de Carolina Coronado, nascida em Badajoz a 12 de Dezembro de 1820 e falecida em Lisboa a 15 de Janeiro de 1911.
Ela é considerada a Bécquer feminina desta terra e comparada a outras poetisas românticas de seu tempo, como Rosalía de Castro.
Compôs seus primeiros poemas aos 10 anos e desde então não parou de escrever ao longo de sua vida, mesmo tendo que roubar horas de seu sono para se dedicar a esse trabalho apaixonante. Ela sofria de catalepsia crônica (imobilidade súbita do corpo), problema que a obcecava com a ideia de ser enterrada viva; em muitos de seus poemas ele alude a esse medo.
Além disso, Carolina estava muito convencida de suas ideias revolucionárias; tanto que em sua casa em Madri se reuniam diariamente reuniões de homens perseguidos por seu pensamento político. Infelizmente, essa atitude fez com que muitas de suas obras fossem censuradas pelos tribunais.
Sua poesia não foi totalmente publicada, devido aos problemas mencionados acima, e só no final de sua vida conseguiu sintetizá-las em vários livros. Em sua prosa, foi autora de várias peças e quinze romances, entre os quais se destacaram "Luz", "La Rueda de la Misagra" e "Paquita".


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