sexta-feira, 28 de agosto de 2020

Las poetisas del amor... Gertrudis Gómez de Avellaneda (Cuba)

Las Poetisas del Amor (14)






Venha ... para a dor que o louco a devora
faça sua raiva poderosa acontecer,
e o grito seco que chora covarde!

Tem já o Sol estranhos horizontes;
a aura vagueia no bosque sombrio;
e se perde na sombra das montanhas
a luz morna do dia agonizante.

Não encontro paz, nem me permitem a guerra;
Do fogo devorado, eu sofro o frio;
Eu abraço um mundo e permaneço vazia;
Eu me jogo para o céu e prende-me a terra.

As sociedades são transformadas em todos os lugares;
As gerações passam;
Leis caducam; nações afundam ...
E a árvore das liberdades bascas
Para idades futuras
Transmite fielmente suas sagradas tradições.









DESEO DE VENGANZA
(Soneto escrito en una tarde tempestuosa)

¡Del huracán espíritu potente,
rudo como la pena que me agita!
¡Ven, con el tuyo mi furor excita!
¡Ven con tu aliento a enardecer mi mente!

¡Que zumbe el rayo y con fragor reviente,
mientras -cual a hoja seca o flor marchita-
tu fuerte soplo al roble precipita.
roto y deshecho al bramador torrente!

Del alma que te invoca y acompaña,
envidiando tu fuerza destructora,
lanza a la par la confusión extraña.

¡Ven... al dolor que insano la devora
haz suceder tu poderosa saña,
y el llanto seca que cobarde llora!






CONTEMPLACIÓN

Tiñe ya el Sol extraños horizontes;
el aura vaga en la arboleda umbría;
y piérdese en la sombra de los montes
la tibia luz del moribundo día.

Reina en el campo plácido sosiego,
se alza la niebla del callado río,
y a dar al prado fecundante riego,
cae, convertida en límpido rocío.

Es la hora grata de feliz reposo,
fiel precursora de la noche grave...
torna al hogar el labrador gozoso,
el ganado, al redil, al nido el ave.

Es la hora melancólica, indecisa,
en que pueblan los sueños los espacios,
y en los aires -con soplos de la brisa-
levantan sus fantásticos palacios.

En Occidente el Héspero aparece,
salpican perlas su zafíreo asiento
y -en tanto que apacible resplandece-
no sé qué halago al contemplarlo siento.

¡Lucero del amor! ¡Rayo argentado!
¡Claridad misteriosa! ¿Qué me quieres?
¿Tal vez un bello espíritu, encargado
de recoger nuestros suspiros, eres?...

¿De los recuerdos la dulzura triste
vienes a dar al alma por consuelo,
o la esperanza con su luz te viste
para engañar nuestro incesante anhelo?

¡Oh, tarde melancólica!, yo te amo
y a tus visiones lánguida me entrego...
Tu leda calma y tu frescor reclamo
para templar del corazón el fuego.

Quiero, apartada del bullicio loco,
respirar tus aromas halagüeños,
a par que en grata soledad evoco
las ilusiones de pasados sueños.

¡Oh! si animase el soplo omnipotente
estos que vagan húmedos vapores,
término dando a mi anhelar ferviente,
con objeto inmortal a mis amores...

¡Y tú, sin nombre en la terrestre vida,
bien ideal, objeto de mis votos,
que prometes al alma enardecida
goces divinos, para el mundo ignotos!

¿Me escuchas? ¿Dónde estás? ¿Por qué no puedo
-libre de la materia que me oprime-
a ti llegar, y aletargada quedo,
y opresa el alma en sus cadenas gime?

¡Cómo volara hendiendo las esferas
si aquí rompiese mis estrechos nudos,
cual esas nubes cándidas, ligeras,
del éter puro en los espacios mudos!

Mas ¿dónde vais? ¿Cuál es vuestro camino,
viajeras del celeste firmamento?...
¡Ah! ¡lo ignoráis!..., seguís vuestro destino
y al vario impulso obedecéis del viento.

¿Por qué yo, en tanto, con afán insano
quiero indagar la suerte que me espera?
¿Por qué del porvenir el alto arcano
mi mente ansiosa comprender quisiera?

Paternal Providencia puso el velo
que nuestra mente a descorrer no alcanza,
pero que le permite alzar el vuelo
por la inmensa región de la esperanza.

El crepúsculo huyó; las rojas huellas
borra la Luna en su esmaltado coche,
y un silencioso ejército de estrellas
sale a guardar el trono de la noche.

A ti te amo también, noche sombría;
amo tu Luna tibia y misteriosa,
más que a la luz con que comienza el día,
tiñendo el cielo de amaranto y rosa.

Cuando en tu grave soledad respiro,
cuando en el seno de tu paz profunda
tus luminares pálidos admiro,
un religioso afecto el alma inunda:

¡Que si el poder de Dios, y su hermosura,
revela el Sol en su fecunda llama,
de tu solemne calma la dulzura
su amor anuncia y su bondad proclama
!





LAS CONTRADICCIONES

No encuentro paz, ni me permiten guerra;
De fuego devorado, sufro el frío;
Abrazo un mundo, y quédome vacío;
Me lanzo al cielo, y préndeme la tierra.

Ni libre soy, ni la prisión me encierra;
Veo sin luz, sin voz hablar ansío;
Temo sin esperar, sin placer río;
Nada me da valor, nada me aterra.

Busco el peligro cuando auxilio imploro;
Al sentirme morir me encuentro fuerte;
Valiente pienso ser, y débil lloro.

Cúmplese así mi extraordinaria suerte;
Siempre a los pies de la beldad que adoro,
Y no quiere mi vida ni mi muerte.






AL ÁRBOL DE GUERNICA

Tus cuerdas de oro en vibración sonora
Vuelve a agitar, ¡oh lira!,
Que en este ambiente, que aromado gira,
Su inercia sacudiendo abrumadora
La mente creadora,
De nuevo el fuego de entusiasmo aspira.

¡Me hallo en Guernica! Ese árbol que contemplo,
Padrón es de alta gloria...
De un pueblo ilustre interesante historia...,
De augusta libertad sencillo templo,
Que -al mundo dando ejemplo-
Del patrio amor consagra la memoria.

Piérdese en noche de los tiempos densa
Su origen venerable;
Mas ¿qué siglo evocar que no nos hable
De hechos ligados a su vida inmensa,
Que en sí sola condensa
La de una raza antigua e indomable?...

Se transforman doquier las sociedades;
Pasan generaciones;
Caducan leyes; húndense naciones...
Y el árbol de las vascas libertades
A futuras edades
Trasmite fiel sus santas tradiciones.

Siempre inmutables son, bajo este cielo,
Costumbres, ley, idioma...
¡Las invencibles águilas de Roma
Aquí abatieron su atrevido vuelo,
Y aquí luctuoso velo
Cubrió la media luna de Mahoma!

Nunca abrigaron mercenarias greyes
Las ramas seculares,
Que a Vizcaya cobijan tutelares;
Y a cuya sombra poderosos reyes
Democráticas leyes
Juraban ante jueces populares.

¡Salve, roble inmortal! Cuando te nombra
Respetuoso mi acento,
Y en ti se fija ufano el pensamiento,
Me parece crecer bajo tu sombra,
Y en tu florida alfombra
Con lícita altivez la planta asiento.

¡Salve! La humana dignidad se encumbra
En esta tierra noble
Que tú proteges, perdurable roble,
Que el sol sereno de Vizcaya alumbra,
Y do el Cosnoaga inmoble
Llega a tus pies en colosal penumbra!

¿En dónde hallar un corazón tan frío,
Que a tu aspecto no lata,
Sintiendo que se enciende y se dilata?
¿Quién de tu nombre ignora el poderío,
O en su desdén impío,
Tu vejez santa con amor no acata?

Allá desde el retiro silencioso
Donde del hombre huía
-Al par que sus derechos defendía-,
Del de Ginebra pensador fogoso,
Con vuelo poderoso,
Llegaba a ti la inquieta fantasía;

Y arrebatado en entusiasmo ardiente
-Pues nunca helarlo pudo
De injusta suerte el ímpetu sañudo-,
Postró a tu austera majestad la frente
Y en página elocuente
Supo dejarte un inmortal saludo.

La Convención Francesa, de su seno
Ve a un tribuno afamado,
Levantarse de súbito, inspirado,
A bendecirte, de emociones lleno...
Y del aplauso al trueno
Retiembla al punto el artesón dorado.

Lo antigua que es la libertad proclamas...
-¡Tú eres su monumento!-
Por eso cuando agita raudo viento
La secular belleza de tus ramas,
Pienso que en mí derramas
De aquel genio divino el ígneo aliento.

Cual signo suyo mi alma te venera,
Y cuando aquí me humillo
De tu vejez ante el eterno brillo,
Recuerdo, roble augusto, que doquiera
Que el numen sacro impera,
Un árbol es su símbolo sencillo.

Mas, ¡ah!, ¡silencio!... El sol desaparece
Tras la cumbre vecina,
Que va envolviendo pálida neblina...
Se enluta el cielo..., el aire se adormece...
Tu sombra crece y crece...
¡Y sola aquí tu majestad domina!













Gertrudis Gómez de Avellaneda
(1814-1873)

Ela nasceu em Puerto Principe (Cuba) em 23 de março de 1814, embora sua autobiografia apareça em 1816 (A Ilustração, 1850-XI-8). Filha do capitão Manuel Gómez de Avellaneda e Felisa de Arteaga. Já na juventude, por motivos de saúde, mudou-se para Santiago de Cuba, após se recusar a casar. Em abril de 1836, ela partiu com sua família para Bordéus e de lá para a Corunha.

Em 1839 viaja para Sevilha e depois para Cádiz, onde escreve pela primeira vez em La Aureola, dirigido por Manuel Canete, sob o pseudônimo La Peregrina. Nesse ano conheceu Ignacio Cepeda, por quem se apaixonou e a quem dedicaria durante anos muitas de suas cartas. Ele admira a sra. de Stael, Chateaubriand, W. Scott e Quintana e Lista entre os espanhóis. No ano seguinte, já em Madrid, leu os seus poemas no Liceo e em 1841 publicou o seu primeiro livro. Em dezembro de 1845, ela se casou com Pedro Sabater, chefe político de Madrid, que morreu em 1º de agosto de 1846 em Bordéus. Ela se recolheu por um curto período de tempo em um convento naquela cidade.

Alguns meses depois, já reside em Madrid e escreve ao Cepeda. Pela segunda vez, ela se casou com Diego Verdugo. Ferido em abril de 1858, ele foi para Cuba com sua esposa e depois para a América do Norte e França, mas morreu em 1863.

Gertrudis volta a Sevilha e depois a Madrid, onde, após a morte de seu amigo Juan Nicasio Gallego, ela é proposta para entrar na Academia Espanhola, sem sucesso, pelo simples fato de ser mulher, como aconteceria anos depois com Pardo Bazán. Escreveu o primeiro romance antiescravocrata, Sab, vinte anos antes de Uncle Tom's Cabin. Ela retornará a Sevilha, onde permanecerá até sua morte em 1º de fevereiro de 1873. 
Seus restos mortais repousam, como disse em seu testamento, no cemitério de Sevilha, a cidade que ele amava. Em 23 de março de 2014 foi celebrado seu bicentenário. 



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"... necessito querer e ser querida de uma maneira absoluta..."



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