domingo, 24 de setembro de 2017

Canto de Ossanha

Vinicius De Moraes e Toquinho




O homem que diz dou Não dá!
Porque quem dá mesmo Não diz!
O homem que diz vou  Não vai!
Porque quando foi Já não quis!
O homem que diz sou Não é!
Porque quem é mesmo é Não sou!
O homem que diz tou Não tá
Porque ninguém tá Quando quer












Canto de Ossanha

O canto da mais difícil
E mais misteriosa das deusas
Do candomblé baiano
Aquela que sabe tudo
Sobre as ervas
Sobre a alquimia do amor

Deaaá! Deeerê! Deaaá!

O homem que diz dou
Não dá!
Porque quem dá mesmo
Não diz!
O homem que diz vou
Não vai!
Porque quando foi
Já não quis!
O homem que diz sou
Não é!
Porque quem é mesmo é
Não sou!
O homem que diz tou
Não tá
Porque ninguém tá
Quando quer
Coitado do homem que cai
No canto de Ossanha
Traidor!
Coitado do homem que vai
Atrás de mandinga de amor

Vai! Vai! Vai! Vai!
Não Vou!
Vai! Vai! Vai! Vai!
Não Vou!
Vai! Vai! Vai! Vai!
Não Vou!
Vai! Vai! Vai! Vai!
Não Vou!

Que eu não sou ninguém de ir
Em conversa de esquecer
A tristeza de um amor
Que passou
Não!
Eu só vou se for prá ver
Uma estrela aparecer
Na manhã de um novo amor

Amigo sinhô
Saravá
Xangô me mandou lhe dizer
Se é canto de Ossanha
Não vá!
Que muito vai se arrepender
Pergunte pr'o seu Orixá
O amor só é bom se doer
Pergunte pr'o seu Orixá
O amor só é bom se doer

Vai! Vai! Vai! Vai!
Amar!
Vai! Vai! Vai! Vai!
Sofrer!
Vai! Vai! Vai! Vai!
Chorar!
Vai! Vai! Vai! Vai!
Dizer!

Que eu não sou ninguém de ir
Em conversa de esquecer
A tristeza de um amor
Que passou
Não!
Eu só vou se for prá ver
Uma estrela aparecer
Na manhã de um novo amor

Vai! Vai! Vai! Vai!
Amar!
Vai! Vai! Vai! Vai!
Sofrer!
Vai! Vai! Vai! Vai!
Chorar!
Vai! Vai! Vai! Vai!
Dizer!



Composição: Baden Powell / Vinícius de Moraes



Berimbau













terça-feira, 19 de setembro de 2017

Ela era muito boa para mim

Chet Baker





She was too good to me
Everything seems all wrong now








She was too good to me


She was too good to me
How can I get along now?
So close she stood to me
Everything seems all wrong now
She would have brought me the sun
Making me smile, that was her fun

If I was mean to her
She'd never say go away now
I was a king to her
Who's gonna light my way now?
It's only natural I'm so blue
She was too good to be true

She was too good to me
How can I get along now?
So close she stood to me
Everything seems all wrong now
She would have brought me the sun
Making me smile, that was her fun

If I was mean to her
She'd never say go away now
I was a king to her
Who's gonna light my way now?
It's only natural I'm so blue
She was too good

She was too good to me
She was too good to be true






Rayuela - Julio Cortázar: Capítulo 54

Capítulo 54

    Desde la ventana de su cuarto en el segundo piso Oliveira veía el patio con la fuente, el chorrito de agua, la rayuela del 8, los tres árboles que daban sombra al cantero de malvones y césped, y la altísima tapia que le ocultaba las casas de la calle. El 8 jugaba casi toda la tarde a la rayuela, era imbatible, el 4 y la 19 hubieran querido arrebatarle el Cielo pero era inútil, el pie del 8 era un arma de precición, un tiro por cuadro, el tejo se situaba siempre en la posición más favorable, era extraordinario. Por la noche la rayuela tenía como una débil fosforescencia y a Oliveira le gustaba mirarla desde la ventana. En la cama, cediendo a los efectos de un centímetro cúbico de hipnosal, el 8 se estaría durmiendo como las cigüeñas, parado mentalmente en una sola pierna, impulsando el tejo con golpes secos e infalibles, a la conquista de un cielo que parecía desencantarlo apenas ganado. «Sos de un romanticismo inaguantable» se pensaba Oliveira, cebando mate. «¿Para cúando el piyama rosa?» Tenía sobre la mesa una cartita de Gekrepten inconsolable, de modo que no te dejan salir más que los sábado, pero esto no va a ser una vida, querido, yo no me resigno a estar sola tanto tiempo, si vieras nuestra piecita. Apoyando el mate en el antepecho de la ventana, Oliveira sacó una Birome del bolsillo y contestó la carta. Primero, había teléfono (seguía el número), segundo, estaban muy ocupados, pero la reorganización no llevaría más de dos semanas y entonces podrían verse por lo menos los miércoles, sábados y domingos. Tercero, se le estaba acabando la yerba. «Escribo como si me hubieran encerrado», pensó echando una firma. Eran casi las once, pronto le tocaría relevar a Traveler que hacia guardia en el tercer piso. Cebando otro mate, releyó la carta y pegó el sobre. Prefería escribir, al teléfono era un instrumento confuso en manos de Gekrepten, no entendía nada de lo que se le explicaba.

    En el pabellón de la izquierda se apagó la luz de la farmacia. Talita salió al patio, cerró con llave (se la veía muy bien a la luz del cielo estrellado y caliente) y se acercó indecisa a la fuente. Oliveira le silbó bajito, pero Talita siguió mirando el chorro de agua, y hasta acercó un dedo experimental y lo mantuvo un momento en el agua. Después cruzó el patio, pisoteando sin orden la rayuela, y desapareció debajo de la ventana de Oliveira. Todo había sido un poco como en las pinturas de Leonora Carrington, la noche con Talita y la rayuela, un entrecruzamiento de líneas ignorándose, un chorrito de agua en una fuente. Cuando la figura de rosa salió de alguna parte y se acercó lentamente a la rayuela, sin atreverse a pisarla, Oliveira comprendió que todo volvía al orden, que necesariamente la figura de rosa elegiría una piedra plana de las muchas que el 8 amontonaba al borde del cantero, y que la Maga, porque era la Maga, doblaría la pierna izquierda y con la punta del zapato proyectaría el tejo a la primera casilla de la rayuela. Desde lo alto veía el pelo de la Maga, la curva de los hombros y cómo levantaba a medias los brazos para mantener el equilibrio, mientras con pequeños saltos entraba en la primera casilla, impulsaba el tejo hasta la segunda (y Oliveira tembló un poco porque el tejo había estado a punto de salirse de la rayuela, una irregularidad de las baldosas lo detuvo exactamente en el límite de la segunda casilla), entraba livianamente y se quedaba un segundo inmóvil, como un flamenco rosa en la penumbra, antes de acercar poco a poco el pie al tejo, calculando la distancia para hacerlo pasar a la tercera casilla.

    Talita alzó la cabeza y vio a Oliveira en la ventana. Tardó en reconocerlo, y entretanto se balanceaba en una pierna, como sosteniéndose en el aire con las manos. Mirándola con un desencanto irónico, Oliveira reconoció su error, vio que el rosa no era rosa, que Talita llevaba una blusa de un gris ceniciento y una pollera probablemente blanca. Todo se (por así decirlo) explicaba: Talita había entrado y vuelto a salir, atraída por la rayuela, y esa ruptura de un segundo entre el pasaje y la reaparición había bastado para engañarlo como aquella otra noche en la proa del barco, como a lo mejor tantas otras noches. Contesto apenas al ademán de Talita, que ahora bajaba la cabeza concentrándose, calculaba, y el tejo salía con fuerza de la segunda casilla y entraba en la tercera, enderezándose, echando a rodar de perfil, saliéndose de la rayuela, una o dos baldosas fuera de la rayuela.

— Tenés que entrenarte más -dijo Oliveira- si le querés ganar al 8.
—¿Qué hacés ahí?
— Calor. Guardia a las once y media. Correspondencia.
— Ah -dijo Talita-. Qué noche.
— Mágica -dijo Oliveira, y Talita se rió brevemente antes de desaparecer bajo la puerta. Oliveira la oyó subir la escalera, pasar frente a su puerta (pero a lo mejor estaba subiendo en el ascensor), llegar al tercer piso. «Admití que se parece bastante», pensó. «Con eso y ser un cretino todo se explica al pelo.» Pero lo mismo se quedó mirando un rato el patio, la rayuela desierta, como para convencerse. A las once y diez vino Traveler a buscarlo y le pasó el parte. El 5 bastante inquieto, avisarle a Ovejero si se ponía molesto; los demás dormían.

    El tercer piso estaba como un guante, y hasta el 5 se había tranquilizado. Aceptó un cigarrillo, lo fumó aplicadamente y le explicó a Oliveira que la conjuración de los editores judíos retardaba la publicación de su gran obra sobre los cometas; le promerió un ejemplar dedicado. oliveira le dejó la puerta entornada porque le conocía las mañas, y empezó a ir y venir por el pasillo, mirando de cuando en cuando los ojos por los ojos mágicos instalados gracias a la astucia de Ovejero, el administrador, y la casa Liber & Finkel: cada cuarto un diminuto Van Eyck, salvo el de la 14 que como siempre había pegado una estampilla contra el lente. A las doce llegó Remorino con varias ginebras a medio asimilar; charlaron de caballos y de fútbol, y después Remorino se fue a dormir un rato a la planta baja. El 5 de había calmado del todo, y el calor apretaba en el silencio y la penumbra del pasillo. La idea de que alguien tratara de matarlo no se le habia ocurrido hasta ese momentoa Oliveira, pero le bastó un dibujo instantáneo, un esbozo que tenía más de escalofrío que de otra cosa, para darse cuente de que no era una idea nueva, que no se derivaba de la atmósfera del pasillo con sus puertas cerradas y la sombre de la caja del montacargas en el fondo. Lo mismo se le podía haber ocurrido a mediodía en el almacén de Roque, o en el subte a las cinco de la tarde. O mucho antes, en Europa, alguna noche de vagancia por las zonas francas, los baldíos donde una lata vieja podía servir para tajear una garganta por poco que las dos pusieran buena voluntad. Deteniéndose al lado del agujero del montacargas miró el fondo negro y pensó en los Campos Flegreos, otra vez en el acceso. en el circo había sido al revés, un agujero en lo alto, la apertura comunicando con el espaci abierto, figura de consumación; ahora estaba al borde del pozo, agujero de Eleusis, la clínica envuelta en vapores de calor acentuaba el pasaje negativo, los vapores de solfatara, el descenso. Dándose vuelta vió la recta del pasillo hasta el fondo, con la débil luz de las lámparas violeta sobre el marco de las puertas blancas. Hizo una cosa tonta: encogiéndo la pierna izquierda avanzó a pequeños saltos por el pasillo, hasta la altura de la primera puerta. Cuando volvió a apoyar el pie izquierdo sobre el linóleo verde, estaba bañado en sudor. A cada salto había repetido entre dinetes el nombre de Manú. «Pensar que yo había esperado un pasaje», se dijo apoyándose en la pared. Imposible objetivar la primera fracción de un pensamiento, sin encontralo grotesco. Pasaje, por ejemplo. Pensar que él había esperado. Esperado un pasaje. Dejándose resbalar, se sentó en el suelo y miró fijamente el linóleo. ¿Pasaje a qué? ¿Y por qué la clínica tenía que servirle de pasaje? ¿Qué clase de templos andaba necesitando, qué intercesores, qué hormonas psíquicas o morales que lo proyectaran fuera o dentro de sí?

    Cuando llegó Talita trayendo un vaso de limonada (esas ideas de ella, ese lado maestrita de los obreros y La Gota de Leche), le hablo en seguida del asunto. Talita no se sorprendía de nada; sentándose frente a él lo miró beberse la limonada de un trago.

— Si la Cuca nos viera tirados en el suelo le darpia un ataque. Qué manera de montar guardia, vos. ¿Duermen?
— Sí. Creo. La 14 tapo la mirilla, andá a saber qué está haciendo. Me da no sé qué abrirle la puerta, che.
— Sos la delicadeza misma -dijo Talita-. Pero yo, de mujer a mujer ...

Volvió casi enseguida, y este vez se instaló al lado de Oliveira para apoyarse en la pared.

— Duerme castamente. El pobre Manú tuvo una pesadilla horrorosa. Siempre pasa lo mismo, se vuelve a dormir pero yo me quedo tan trastornada que acabo por levantarme. Se me ocurrió que tendrías calor, vos o Remorino, entonces les hice limonada. Qué verano, y con esas paredes ahí fuera que cortan el aire. De manera que me parezco a esa otra mujer.
— Sos Un poco, sí -dijo Oliveira- pero no tiene ninguna importancia. Lo que me gustaría saber es por qué te vi vestida de rosa.
— Influencias ambientales, la asimilaste a los demás.
— Sí. Eso era más bien fácil, todo bien considerado. Y vos, ¿por qué te pusiste a jugar a la rayuela? ¿También te asimilaste?
— Tenés razón -dijo Talita-. ¿Por qué me habré puesto? A mí en realidad no me gustó nunca la rayuela. Pero no te fabriques una de tus teorías de poseción, yo no soy el zombie de nadie.
— No hay necesidad de decirlo a gritos.
— De nadie -repitió Talita bajando la voz-. Ví la rayuela al entrar. Había una piedrita ... Jugué y me fui.
— Perdiste en la tercera casilla. A la Maga le hubiera pasado lo mismo, es incapaz de perseverar, no tiene el menor sentido de las distancias, el tiempo se las hace trizas en las manos, anda a los tropezones con el mundo. Gracias a lo cual, te lo digo de paso, es absolutamente perfecta en su manera de denunciar la falsa perfección de los demás. Pero yo te estaba hablando del montacargas, me parece.
— Sí, dijiste algo y después te bebiste la limonada. No, esperá, la limonada te la bebiste antes.
— Probablemente me traté de infeliz, cuando llegaste estaba en pleno trance shamánico, a punto de tirarme por el agujero para terminar de una vez con las conjeturas, esa palabra esbelta.
— El agujero acaba en el sótano -dijo Talita-. Hay cucarachas si te interesa saberlo, y trapos de colores por el suelo. Todo está húmedo y negro, y un poco más lejos empiezan los muertos. Manú me contó.
— ¿Manú esta durmiendo?
— Sí. Tuvo una pesadilla, gritó algo de una corbata perdida. ya te conté.
— Es una noche de grandes confidencias -dijo Oliveira, mirándola despacio.
— Muy grandes -dijo Talita-. La Maga era solamente un nombre, y ahora ya tiene una cara. Todavía se equivoca en el color de la ropa, parece.
— La ropa es lo de menos, cuando la vuelva a ver andá a saber lo que tendrá puesto. Estará desnuda, o andara con su chico en brazos cantándole Les amants du Havre, una canción que no conocés.
— No te creas -dijo Talita-. La pasaban bastante seguido por Radio Belgrano. La-lá-la, la-lá-la ...

    Oliveira dibujó una bofetada blanca, que acabó en caricia. Talita echó la cabeza para atrás y se golpeó contra la pared del pasillo. Hizo una mueca y se frotó la nuca, pero siguió tarareando la melodía. Se oyó un clicky después un zumbido que parecía azul en la penumbra del pasillo. Oyeron subir el montacargas, se miraron apenas antes de levantarse de un salto. A esa hora quién podía ... Click, el paso del primer piso, el zumbido azul. Talita retrocedió y se puso detrás de Oliveira. Click. El piyama rosa se distinguía perfectamente en el cubo de cristal enrejado. Oliveira corrió al montacargasy abrió la puerta. Salió una bocanada de aire casi frío. El viejo lo miró como si no lo conociera y siguió acariciando la paloma, era fácil comprender que la paloma había sido alguna vez blanca, que la continua caricia de la mano del viejo la había vuelto de gris ceniciento. Inmóvil, con los ojos entornados, descansaba en el hueco de la mano que la sostenía a la altura del pecho, mientras los dedos pasaban una y otra vez del cuello hasta la cola, del cuello hasta la cola.

— Vaya a dormir, don López -dijo Oliveira, respirando fuerte.
— Hace calor en la cama -dijo don López-. Mírela como está contenta cuando la paseo.
— Es muy tarde. Váyase a su cuarto.
— Yo le llevaré una limonada fresca -prometió Talita Nightingale.

Don López acarició la paloma y salió del montacargas. Lo oyeron bajar la escalera.

— Aquí cada uno hace lo que quiere -murmuró Oliveira cerrando la puerta del montacargas-. En una de esas va a haver un degüello general. Se lo huele, qué querés que te diga. Esa paloma parecía un revólver.
— Habría que avisarle a Remorino. El viejo venía del sótano, es raro.
— Mirá, quedate un momentito aqui vigilando, yo bajo al sótano a ver, no sea que algún otro esté haciendo macanas.
— Bajo con vos.
— Bueno, total éstos duermen tranquilos.


    Dentro del montacargas la luz era vagamente azul y se bajaba con un zumbido de science-fiction. En el sótano no había nadie vivo, pero una de las puertas del refrigerador estaba entornada y por la ranura salía un chorro de luz. Talita se paró en la puerta, con una mano contra la boca, mientras Oliveira se acercaba. Era el 56, se acordaba muy bien, la familia tenía que estar al caer de un momento a otro. Desde Trelew. Y entre tanto el 56 había recibido la visita de un amigo, era de imaginar la conversación con el viejo de la paloma, uno de esos seudodiálogos en que al interlocutor lo tiene sin cuidado que el otro hable o no hable siempre que esté ahí delante, siempre que haya algo ahi delante, cualquier cosa, una cara, unos pies saliendo del hielo. Como acababa de hablarle él a Talita contándole lo que había visto, contándole que tenía miedo, hablando todo el tiempo de agujeros y de pasajes, a Talita o a cualquier otro, a un par de pies saliendo del hielo, cualquier apariencia antagónica capaz de escuhar y asentir. Pero mientras cerraba la puerta de la heladera y se apoyaba sin saber por qué en el borde de la mesa, un vómito de recuerdo empezo a ganarlo, se dijo que apenas un día o dos atrás le había parecido imposible llegar a contarle nada a Traveler, un mono no podía contarle nada a un hombre, y de golpe, sin saber cómo, se había oído hablándole a Talita como si fuera la Maga, sabiendo que no era pero hablándole de la rayuela, del miedo en el pasillo, del agujero tentador. Entonces (y Talita estaba ahí, a cuatro metros, a sus espaldas esperando) eso era como un fin, la apelación a la piedad ajena, al reingreso en la familia humana, la esponja cayendo con un chasquido repugnante en el centro del ring. Sentía como si se estuviera yendo de sí mismo, abandonándose para echarse -hijo (de puta) pródigo- en los brazos de la fácil reconciliación, y de ahí la vuelta todavía más fácil al mundo, a la vida posible, al tiempo de sus años, a la razón que guía las acciones de los argentinos buenos y del bicho humano en general. Estaba en su pequeño, cómodo Hades refrigerado, pero no había ninguna Eurídice que buscar, aparte de que había bajado tranquilamente en montacargas y ahora, mientras abría una heladera y sacaba una botella de cerveza, piedra libre para cualquier cosa con tal de acabar esta comedia.

— Vení a tomar un trago -invitó-. Mucho mejor que tu limonada.
Talita dió un paso y se detuvo.
— No seas necrófilo -dijo-. Salgamos de aquí.
— Es el único lugar fresco, reconocé. Yo creo que me voy a traer un catre.
— Estás pálido de frío -dijo Talita, acercándose-. Vení, no me gusta que te quedes aquí.
— ¿No te gusta? No van a salir de ahí para comerme, los de arriba son peores.
— Vení Horacio -repitió Talita-. No quiero que te quedes aquí.
— Vos ... -dijo Oliveira mirándola colérico, y se interrumpió para abrir la cerveza con un golpe de la mano contra el borde de una silla. Estaba viendo con tanta claridad un boulevard bajo la lluvia, pero en vez de ir llevando a alguien del brazo, hablándole con lástima, era a él que lo llevaban, compasivamente le habían dado el brazo y le hablaban para que estuviera contento, le tenían tanta lástima que era positivamente una delicia. El pasado se invertía, cambiaba de signo, al final iba a resultar que La Piedad no estaba liquidando. Esa mujer jugadora de rayuela le tenía lástima, era tan claro que quemaba.
— Podemos seguir hablando en el segundo piso -dijo ilustrativamente Talita-. Traé la botella, y me das un poco.
— Oui madame, bien sûr madame -dijo Oliveira.
— Por fin decís algo en francés. Manú y yo creíamos que habías hecho una promesa. Nunca ...
— Assez -dijo Oliveira-. Tu m'as eu, petite. Céline avait raison, on se croit enculé d'un centimètre et on l'est déjà de plusieurs mètres.

    Talita lo miró con la mirada de los que no entienden, pero su mano subió sin que la sintiera subir, y se apoyó un instante en el pecho de Oliveira. Cuando la retiró, él se puso a mirarla como desde abajo, con ojos que venían de algún otro lado.

— Andá a saber -le dijo Oliveira a alguien que no era Talita-. Andá a saber si no sos vos la que esta noche me escupe tanta lástima. Andá a saber si en el fondo no hay que llorar de amor hasta llenar cuatro o cinco palanganas. O que te las lloren, como te las están llorando

    Talita le dió la espalda y fue hacia la puerta. Cuando se detuvo a esperarlo, desconcertada y al mismo tiempo necesitando esperarlo porque alejarse de él en ese instante era como dejarlo caer en el pozo (con cucarachas, con trapos de colores), vio que sonreía y que támpoco la sonrisa era para ella. Nunca lo había visto sonreir así, desventuradamente y a la vez con toda la cara abierta y de frente, sin la ironía habitual, aceptando alguna cosa que debía llegarle desde el centro de la vida, desde ese otro pozo (¿con cucarachas, con trapos de colores, con una cara flotando en un agua sucia?), acercándose a ella en el acto de aceptar esa cosa innominable que lo hacía sonreír. Y tampoco su beso era para ella, no ocurría allí grotescamente al lado de una heladera llena de muertos, a tan poca distancia de Manú durmiendo. Se estaban como alcanzando desde otra parte, con otra parte de sí mismos, y no era de ellos que se trataba, como si estuvieran pagando o cobrando algo por nosotros, como si fueran los golems de un encuentro imposible entre sus dueños. Y los Campos Flegreos, y lo que Horacio había murmurado sobre el descenso, una insensatez tan absoluta que Manú y todo lo que era Manú y estaba en el nivel de Manú no podía participar de la ceremonia, porque lo que empezaba ahí era como la caricia a la paloma, como la idea de levantarse para hacerle una limonada a un guardián, como doblar una pierna y empujar un tejo de la primera a la segunda casilla, de la segunda a la tercera. De alguna manera habian ingresado en otra cosa, en ese algo donde se podía estar de gris y ser de rosa, donde se podía haber muerto ahogada en un río (y eso ya no lo estaba pensando ella) y asomar en una noche de Buenos Aires para repetir en la rayuela la imagen misma de lo que acaban de alcanzar, la última casilla, el centro del mandala, el Ygdrassil vertiginoso por donde se salía a una playa abierta, a una extensión sin límites, al mundo debajo de los párpados que los ojos vueltos hacia adentro reconocían y acataban.


______________________

Leia também:






domingo, 17 de setembro de 2017

Cinema Documentário: Vlado - 30 anos depois

Vladmir Herzog - 30 anos depois





um daqueles que se preocupavam muito com a liberdade da sociedade, diferentemente de muitos jornalistas renomados da sua época










No dia 25 de Outubro de 1975, o jornalista Vladmir Herzog apresentou-se ao DOI-CODI (órgão da repressão política do regime militar) para prestar um depoimento. No fim da tarde do mesmo dia, a família e amigos de Vlado recebem a terrível notícia: Vlado estava morto e, segundo fonte oficial, teria cometido suicídio na prisão. O filme revela, a partir de depoimentos de amigos, familiares, colegas que viveram com ele a história, a amplitude das perseguições daqueles momentos, a trajetória do jornalista, desde sua infância, na Iugoslávia, com sua família de origem judaica, fugindo da perseguição nazista, suas idéias políticas, sua militância, seu senso de ética, até sua posse como Diretor de Jornalismo na TV Cultura de São Paulo e a perseguição a ele iniciada naquele momento e o horror dos porões do regime militar, onde imperava a tortura e os assassinatos políticos. Vladimir Herzog foi um daqueles que se preocupavam muito com a liberdade da sociedade, diferentemente de muitos jornalistas renomados da sua época. Talvez por isso o seu destino foi semelhante à imprensa que lutava contra a Ditadura: a Morte. Mas sua morte semeou a rebeldia em certos setores da sociedade. Conheça a vida de Vlado e além disso, conheça um pouco da imprensa tradicional brasileira, a mesma que pediu sua cabeça.

Direção: João Batista de Andrade





Série Ballet - Béjart: La vuelta al mundo en 80 minutos

La vuelta al mundo en 80 minutos
Béjart



porque dançar é isso...
flutuar desenhos coloridos com o próprio corpo
ah, o corpo...
                                  quanto pecado para hipócritas 
e quanta graça humana para o ballet...
                                   prefiro o ballet aos hipócritas




















Série Violão: Paco de Lucía

Paco de Lucía & Group

Live at the Germeringer Jazztage,1996



quando a maneira mais delicada para viver é... escutar






Paco de Lucia, guitar 
Ramon de Algeciras, guitar 
Pepe de Lucia, vocals 
Juan Manuel Canizares, guitar 
Carlos Benavent, double bass 
Jorge Pardo, flute, saxophone 
Rubem Dantas, percussion 
Joaquin Grilo, dancer 
Tracklist: Mi Niño Curro, El Pañuelo, Alcazar de Sevilla, Playa del Carmen, Zyryab, Buana, Buana, King Kong...




sábado, 16 de setembro de 2017

Série: Jazz Para Sempre 18 - Stan Getz & Chet Baker

Stan Getz & Chet Baker 

in Stockholm 1983




Quando você não sabe o que dizer... escute
But I miss you most of all my darling
When autumn leaves start to fall










Chet Baker's Autumn Leaves
and Ruth Young




The falling leaves drift by my window
The autumn leaves of red and gold 
I see your lips, the summer kisses 
The sun-burned hands I used to hold 

Since you went away the days grow long 
And soon I'll hear old winter's song 
But I miss you most of all my darling 
When autumn leaves start to fall




As folhas caindo se deslocam pela minha janela
As folhas de outono de vermelho e ouro
Eu vejo seus lábios, os beijos de verão
As mãos queimadas pelo sol eu costumava segurar

Desde que você se foi, os dias crescem por muito tempo
E logo vou ouvir a velha música de inverno
Mas eu sinto sua falta a maior parte de tudo minha querida
Quando as folhas de outono começam a cair




sexta-feira, 15 de setembro de 2017

Gente Pobre - 19. Que fim seria o meu longe de si? - Dostoiévski

Fiódor Dostoiévski


19.




1 de julho



Querido Makar Alexeievitch:


Loucura, querida Bárbara; tudo isso não passa de uma loucura, uma verdadeira loucura! Quando se abandona a si mesma, vêm-lhe à ideia as coisas mais disparatadas! Tão depressa pensa numa coisa, como já pensa noutra! Mas que lhe falta na nossa companhia, não me dirá? Queremos-lhe muito e a Bárbara corresponde ao nosso afeto, vivendo todos contentes e na melhor harmonia... Que mais deseja? Porquê essa teimosia em ir viver com gente estranha? Sabe o que significa «gente estranha»? Se o ignora, pergunte a mim, que eu conheço muito bem os estranhos, minha querida; conheço-os demasiado; posso dizer-lhe como são. Já comi o pão deles. Todo o ente estranho é mau, muito mau; a sua maldade é tal, que o nosso coração não pode conter-se perante as censuras, recriminações e olhares de desprezo com que no-lo martirizam. Ao menos, na nossa companhia, leva uma vida calma e descuidada, como o pássaro no ninho. Como é possível que agora, do pé para a mão, resolva deixar-nos? Que será de mim se levar avante o seu intento? Pensa que não preciso de si? Está convencida de que me não serve de nada? Não, meu amor; reconsidere bem, e depois veja se me é útil ou não. Saiba que me é utilíssima! Tem sobre mim uma influência tão benéfica! Por exemplo, se estiver maldisposto e me lembrar de si, logo o mau humor desaparece... Escrevo-lhe uma carta na qual me abro por completo, e recebo a seguir uma resposta sua, pormenorizada. De vez em quando, compro-lhe um vestido, e se você precisa, por acaso, de que lhe traga qualquer coisa, eu vou logo procurar seja o que for... E, então, não me é útil? Que poderei fazer sem a Bárbara, com a idade que tenho? Para que servirei eu? 

É possível, meu amor, que ainda não tenha pensado nisto; mas pense e verá que não posso prescindir de si. Afiz-me à sua companhia, querida Bárbara. Que fim seria o meu longe de si? Atirar-me-ia ao Neva, acabando por uma vez. É que, não a tendo ao pé de mim, não tenho nada a fazer no mundo. Parece, querida, que me estou já a ver no carro fúnebre que me há de levar ao cemitério de Volkov; uma velha que, por acaso, passa, segue o ataúde; atiram-me à cova, cobrem-me de terra e depois vão-se embora, deixando-me sozinho. Que injustiça sua, minha querida! Cometeria um grande pecado. Digo-lhe isto com a máxima sinceridade, creia!

Devolvo-lhe o livro que me emprestou, e devo dizer-lhe que nunca na minha vida li uma obra tão excelente. Chego a perguntar a mim próprio como pude viver até aqui como um mocho. Deus me perdoe! Em que tenho empregado os meus dias? De que planeta terei eu caído? É que não sei nada de nada; sou o que se chama um zero. Confesso-lhe com toda a franqueza, minha boa amiga, que não tenho a mais rudimentar cultura. Pouco, pouquíssimo, tenho lido até esta idade, isto para não dizer «nada». Li O Retrato do Homem, que é um bom livro, e O Menino que Tocava Várias Músicas em Campainhas e A cegonha de Ivik. E é tudo. Mas agora li o seu livrinho O Inspetor; e é caso para pensar, querida, como se pode viver no mundo e não saber que se tem ao alcance da mão uma obra, na qual se descreve uma vida completa, com todas as minúcias, como se fosse uma pintura. E soube muitas coisas com que nunca sonhara. É a sensação que se experimenta ao principiar a leitura de um livro assim; mas depois, pouco a pouco, à medida que se vai lendo, vamos descobrindo novas coisas, acabando por as compreender e as ver com toda a clareza. Quer saber outra razão que me levou a gostar tanto de seu livro? É que há muitas obras que, por mais famosos que os seus autores sejam, lemo-las e voltamos a lê-las e ficamos atarantados, sem compreendermos absolutamente nada. Estão tão bem escritas e encerram pensamentos tão subtis, que não as podemos entender. Eu, por exemplo, que sou rude por natureza, a nativitate, não posso ter uma obra demasiado profunda. Mas a que me emprestou, lemo-la e temos a impressão de termos sido nós quem a escreveu, dir-se-ia que brotou cá de dentro, do coração. Sim, talvez assim seja; é como se pegássemos no coração e o virássemos do avesso, diante de toda a gente, e depois nos puséssemos a descrevê-lo minuciosamente. É assim mesmo, meu amor! De resto, é uma coisa tão simples, meu Deus! Oh, se é! Eu próprio não teria a mínima dificuldade em escrever assim, pode crer. E porquê? Porque eu sinto exatamente as mesmas coisas que esse livrinho diz. Já me encontrei também em situação análoga, por exemplo, à do pobre Sansão Virin. E quantos Sansão Virin não há por esse mundo, pobres e bons como aquele! E a verdade ressalta de todas estas páginas! Ao lê-las, quase me saltavam as lágrimas dos olhos, minha querida. Coitado! Embriagava-se, até perder os sentidos, quando a desgraça o perseguiu, e passava o dia inteiro a dormir deitado numa pele de carneiro! Para afastar as penas, bebia ponche; contudo, quando se recordava da sua pobre ovelha tresmalhada, da sua filha Dunacha, chorava amargamente, enxugando, com o sujo forro de pele, as lágrimas que lhe corriam pelas faces! 

Sim; isso é que se chama uma pintura natural! Leia-o outra vez, e verá que é assim; tão verdadeiro como a própria vida. É real! Eu próprio o senti... Tudo isto existe, e cerca-nos por todos os lados. Aí temos a Teresa ou, para não irmos mais longe, temos este pobre, que é um perfeito Sansão Virin, apenas com outro nome: chama-se, por acaso, Gorchkov . É uma coisa que qualquer de nós está sujeito a experimentar: você mesmo, querida, ou, em especial, eu. Até um conde que vive na Perspetiva Nevski ou na rua de Nevakai, pode achar-se um dia em idêntica situação, apenas com a diferença de que, exteriormente, se conduziria de modo diverso — por fora tudo é diferente nele —; no entanto, podem suceder-lhe as mesmas coisas que a nós. 

Nesse livro, meu amor, pode ver o que se chama a vida. Mas quanto a afastar-se de nós e abandonar-nos à nossa sorte, nem é bom pensar em tal! Não pode avaliar, nem mesmo superficialmente, querida Bárbara, o prejuízo que com isso me causaria. Seria um prejuízo irreparável para si e para mim. Por amor de Deus, afaste de si tais pensamentos, minha boa amiguinha, e não me torture inutilmente! Como poderia você, meu pobre pardalito sem asas, procurar o alimento, não se perverter e defender-se das ciladas? Pense melhor no caso, deixe estar as coisas como estão, não dê ouvidos a conselhos néscios e leia outra vez esse livro; far-lhe-á bem, acredite. 

Troquei impressões com Ratazaiev acerca de O Inspetor; diz ele que isso é tudo já muito antiquado, que agora só se publicam livros com ilustrações e ornatos de várias espécies. Falou ainda em muitas outras coisas, que eu não sei bem explicar, porque não compreendi. Por fim, acabou por declarar que Pouchkine é um grande poeta e que cantou a Sagrada Rússia. Sim, está bem. Volte a ler o livro com atenção; siga o meu conselho e faça feliz este pobre velho, com a sua obediência. Deus recompensá-la-á, minha querida, não duvide! 

Seu fiel amigo



Makar Dievuchkin








1 de julho





Meu querido Makar Alexeievitch:



Fédora trouxe-me hoje os quinze rublos do tapete. A pobre mulher ficou tão contente quando lhe dei três! Escrevo-lhe à pressa, porque estou a fazer o seu colete. O tecido, muito bom, é amarelo, com umas florinhas. Mando-lhe um livro de contos, de que apenas li alguns. Aconselho-lhe a leitura do que tem por título A Capa. 

Prometeu levar-me uma noite ao teatro. Mas é capaz de ficar muito caro. Só se formos para a galeria. Há tanto tempo que não vou ao teatro, que nem me lembro de quando foi a última vez! Receio, porém, que esse divertimento esteja fora das suas possibilidades. A Fédora abana a cabeça e diz que o senhor está a gastar mais do que pode, o que eu também tenho notado. Só comigo, o que o senhor já gastou! Tenha cuidado, meu amigo, não vá suceder-lhe qualquer infortúnio. A Fédora contou-me, se não me engano, que a hospedeira não anda lá muito bem-disposta consigo por o senhor se ter atrasado nos pagamentos, o que me traz bastante preocupada. 

Bem; adeus por agora, pois preciso de tratar de outra coisa: pôr uma fita no meu chapéu.


P. S. — Se formos ao teatro, quero levar o meu chapéu novo e a mantilha preta. Acha que ficarão bem?






__________________________



Esse é o tipo de livro que modifica algo na gente. “Pobre gente” foi o primeiro romance de Dostoievski, começou a escrever em 1844 e terminou no ano seguinte. O personagem Makar Dévushkin, um auxiliar administrativo que leva trinta anos copiando documentos, mora numa pensão humilde, seu pequeno quarto fica ao lado da cozinha, é o que pode pagar com o seu salário também minúsculo. O frio e a frieza de uma sociedade que ignora os pobres. Crítica social contundente, comendo pelas beiradas narrativas. Segundo alguns historiadores, uma das obras que mandou o autor para a cadeia siberiana. Eram os 25 anos de um gênio então já se apurando na escrita, despertando assim, para sentir seu tempo e as humilhações da época, desesperos; um olhar sobre todas as coisas da sofrida gente. Triste narrativa pungente da condição humana em torno desses dois personagens, como vítimas de fatalidades da vida numa sociedade onde poucos conseguem realmente sair do ramerão, e onde muitos se movem numa crueldade austera entre si, forçada pelas inóspitas condições em que vivem. Makar e Varenka vivem um amor idílico ensombrado pelo que os circunda (Makar é muito mais velho que Varenka), agravando as suas próprias condições a um nível desesperador e quase doentio, mas sempre com alguma perspectiva de esperança fundadas em ilusões muitas das vezes patéticas, algo falsamente ingênuas, ilustrativas, no entanto, ao alcance do coração humano que tudo pode sonhar, sem se importar com as verdadeiras condições em que se encontra, principalmente nessas condições por assim dizer desprezíveis.



__________________________



Fiódor Dostoiévski

GENTE POBRE

Título original: Bednye Lyudi (1846)

Tradução anônima 2014 © Centaur Editions

centaur.editions@gmail.com


__________________________

Leia também:

Gente Pobre - 18. Onde gosto mais de viver, é onde já me encontro - Dostoiévski


Gente Pobre - 01. Ontem fui feliz, excessivamente feliz - Dostoievski




quarta-feira, 13 de setembro de 2017

histórias de avoinha: Ora ye ye o! A ie ie u!

mulheres descalças


Ora ye ye o! A ie ie u!
Ensaio 107B – 2ª edição 1ª reimpressão


baitasar



Ei, Moço! Deixa esses seus trapos na água, ela vai levá-los para bem longe... até a beira-mar. E lá ficaram apodrecendo, na beirada das águas, sem serventia. Atirados ao sol...

num quis desobedecê

pra quê num atendê? só pra num atendê? num tinha motivo pra resistí, num tinha cauda pra pulá de alegria, num tinha voz pra latí, num tinha causa pra num obedecê aquela voz cum perfume de jasmim

mais tava muntu desconfiado, isso eu tava

as lembrança qui tenho carregado dumato ou da cidade, volta qui volta, elas num muda nada udesdém da vida, uma vida cum munta dô, sem prefume, só muntu fedô, mais elas volta

iagora, justo agora, aparece essa voz cum jasmim. é qui mexendo, remexendo ou desmexendo urevirado da vida sem vida, num tenho lembrança cum otra voz qui mimanda sem mimandá

ôiei as mão arrugada iperfumada cum sabô das água. a dô parada nupeito mamudo cum a tristeza qui podia enchê upoço dus espritu já desfeito ijogado na beirada das estrada: uspretu usado inté virá cinza sem lembrança

só tenho lembrança dus grito, num conheço nem a voz qui eu devo sabê fazê, mais num faço

voltei oiá as mão arrugada iperfumada cum sabô das água, levantei as vista, ôiei na volta, queria creditá quius espritu tava ali, oiando pruqui tavacontecendo. queria creditá nufogo macio iamornado da testa dus espritu, na luz qui vem duotro reino da terra-água iaruanda: paz iamô, luz ivida

a terra-água entre uamém iu saravá: ureino de oxalá, a terra-água iaruanda

queria vê a voz da casa qui fala, mais num ia sabê parado nulugá qui tava. já escutei estrondo i assobio qui amedronta, mais pió é usilêncio qui fica guardado num vaso, esperando pelo vaso se quebrá. usilêncio duvaso é muntu ressentido

então, saí das água. num podia mais ficá parado afundando uspé i enrugando as mão inté parecê uma casca da laranja. as reza num podia mais qui as reza pode, tava nutempo de mexê uspé

saí dujeito qui a vida sai das terra descida dumbigo: só cum casca, sem pano pra enfeitá, sem pano pra protegê, sem pano pra escondê a casca; muntu desconfiado i assustado; exilado: um morto qui anda i sonha. arrancado dumeu lugá diaruanda prumundo descontrolado e ressentido das injustiça pensada cum maldade. ucomboio dus hômi mau num parece tê fim

Moço, não tenha medo, num sei se foi a casa qui tremeu, mais pareceu qui a voz fez uma ou duas tremedura qui mideu currupiu, pareceu qui ela tumbém duvidava das própria palavra dita, afiei mais umeu escutá, Foi só uvento nas tábua solta, fofoquei pra minha escutação, Mais qui vento nada, mirespondi assustado

arrastei uspé inté saí das água pra terra firme. queria num tê medo. queria só tê vida pra tê a vida qui nasce das água. a casca da casa podia sê ulugá pra juntá terra-água: ulugá pra encontrá dinovo cum a vida qui pode curá, qui pode enfeitá; ulugá dus feitiço, onde cadum recebe mais duqui merece purqui a vida é pra sê oferecida cum água i pão i perfume, sem medo i sem fome

O perfume das águas lhe fez bem...

num sabia sorrí, mais sorri. tava sem as palavra pra dizê, sem tabaco, sem pinga, sem pão, sem água, mais tava cheio duvazio dudeus dusbranco

uqui deus tem cum tudo isso? tudo, nucaso dusbranco qui anuncia deus cum a cruz nas mão i a chibata nas otras mão, anuncia qui é tudo vontade i nunome dudeus; nada, nucaso das carcaça preta qui cansô disê menos qui tudo, menos qui existí. chega dicarregá as porcaria dudeus branco, chega divigiá useu sono i engolí a saliva cum medo dicuspí

Nossa! O Moço é aformoseado... um pudim de chocolate!

a moça tem mais bondade qui visão pra vê. sei quitô mais pra bicho xucru qui procura fugí cum a casca i ucaroço. num tô formoso, mais podia ficá. pensei avisá pra moça qui ela num precisa anunciá uqui num vê, mais fiquei numeu silêncio, tem veiz qui é meió creditá i num duvidá da alucinação

Venha...

óio pra cima ditudo, é noite pra sumí pru otro lado das água. a escuridão é boa pra num denunciá qui upretu fugiu, mais fugí num precisa só duquerê, num é só isso, tem qui sabê como, tem qui tê ulugá da chegada. nem sempre dá pra ajustá umeió feitio difugí. a noite num tem lampião i sem lampião nucéu num tem como achá upretu na escuridão, é noite pra fugí é noite pra fugí

Vou lhe fazer um banho de descarrego.

num é ubanho qui vai descarregá uqui já tá muntu tempo carregado, mais é bão tê alívio pru curação. é bão ficá escondido das pessoa cum ódio i muntu sem consideração. é bão carregá toda vida qui pode cum mais cuidado cum a vida

Coloca esse poncho...

dei mais dois passo qui mi avançô das água pru terrêro da casa. estranhei qui ucaminho da chegada num é ucaminho da volta. na ida pru rio uterrêro tava deserto; na volta, parecia sê otro. quando nasci uspretu já era carregado como casca nuporão dusnavio i cresci cum usóio dumedo. então, é verdade qui usóio cum medo num vê cumesmo cuidado dusóio qui óia sem medo. usabô dumedo tem ugosto da morte, tem ugosto da casca

uqui umedo controla? uqui descontrola cum u amô? quem só vê inimigo onde óia num vê da vida as meió coisa da vida, num prova dusabô duleite da terra, mais quem cumueu qui num tem coisa meió da vida qui fugí, só vê inimigo onde óia: num é destino e num é acaso sê escravizado; quando nasci uspretu já era carregado como casca num porão dusnavio, é noite pra fugí

Coloca esse poncho, a moça se repete pra eu

ela chega mais perto i coloca das mão uponcho pardo cum as listra branca. a moça linda num me tira usóio mais doce qui já pude vê ditão perto, i depois, num sei como, continuô cum zelo as recomendação, e toma essa bebida toda, tomei

num pruguntei uqui tinha na bebida, num é bão desconfiá da confiança qui se oferece prum perdido cumuqui eu, balanceando nugosto dusvento atormentado

ela sorriu, parecia brincá cum umeu medo

Huuummm... nem para perguntar sobre a bebida que tomou a língua do pudim de chocolate apareceu...

enfiei uponcho

continuei nusilêncio pruqui num sabia uqui dizê, num sabia uqui fazê, só isso: num sabia

num tava cumedo de tê pavô, tava cumedo dinum sabê. mais a moça da casa tinha um feitio dioiá qui esse pretu num tava acostumado ditê só pra eu, uoiá da cobiça qui a moça fez deu otro querê pra vida. eu sei qui muntu da mivida num tem vida

mivida é só mais uma vida das munta vida dus pretu sem vida. parei dimifalá pra escutá a moça

O dono das folhas colocou em minhas mãos a colheita destas ervas para o seu banho...

ubarravento da terra dumbigo soprô as lembrança: cossi lué, cossi erixá

... se não há folha, não há santo.

a moça machucava as erva sagrada cum as mão inté elas soltá usumo e uauroma. eu já tava preparado pru banho anunciado i mais acalmado quando insistiu qui eu precisava fumá ucachimbo em brasa i mastigá duas fôia qui ofereceu da sua boca

mastiguei ipulei prus gáio mais baixo do baobá

fiquei piquininino

dessassustado

nupeito dus escravizado tumbém bate um curação. um curação calado nufundo dupeito dusescravizado tumbém bate calado

nuvi dulugá qui veio aquela pantera negra. ela rosnava e arranhava na volta do baobá, mais sempre pru mesmo lado. queria da pantera a sua vontade de pantera, usbranco queria useu esquecimento de pantera. o baobá fechado

saltei pru chão

cum munta força i munta desconfiança a pantera saltô prus gáio dubaobá, deu um suspiro, oiô sem rosná i entrô pru porão das casca e reza

Vou lhe fazer o banho do descarrego.

desviei usóio dumato qui escondeu a pantera negra. queria imaginá qui ela num entrô nas água i se foi prus otro lado

O Moço escutou?

num é ubanho qui vai descarregá uqui já tá muntu tempo carregado nucuração das pessoa: egoísmo faz nascê uma vontade furiosa de tê controle dusotro, uma insanidade sem lágrimas. quando ucuração fica carregado assim, a vida num se importa de cuidá da vida

Não parece ter escutado.

escutava, sim

ainda mastigava as fôia i esfregava as mão. uponcho pardo cum as listra branca tá cum perfume da moça, é a parte boa da vida qui se chegô sem fazê gemê a terra, sem fazê brotá as lágrima duchão. a moça tava tão perto

as mão da vida se esfregando

a moça continuava ali, eu tumbém. num sabia pra qui lugá fugí, acho qui num queria fugí: a primêra veiz qui num queria fugí. nada cum vida i buniteza já se chegô pra esse pretu sem fazê gemê uqui já tava morto. ninguém tão boa i delicada chegô cum a vontade de chegá pra eu qui fui descarregado cum as casca de laranja dutumbêro

fiquei cuma vontade danada pra rí, cantá i dançá, logo eu, qui num sei rí, cantá ou dançá. nem chorá eu chorei, pra chorá é preciso tê esperança. num cantei, pra cantá é preciso tê voz. tumbém num dancei, pra dançá é preciso tê um corpo cum liberdade pra desenhá cum imaginação otro corpo. quase rí, mais lembrei qui num sabia rí

eu tava ali, ela tumbém

usdois cum uspé firme, uterrêro num se mexia. eu num mexia nem pra respirá cum medo de assustá a moça

ela riu

num fiquei assustado, mais num sabia uqui fazê. num tinha pra onde fugí duseu oiá. apertava cum força as pedra piquininina dufundo durriu. ela viu e pediu pra eu soltá, ficá desarmado, O que o Moço ia fazer com essas pedras? Jogar na casa?

larguei, mais num respondi pruqui num sabia uqui dizê, num tinha vida vivida tão perto duma moça cum usóio pra eu. foi quando uvento parô junto cum as coisa das água. urriu parô de escorrê, parô i ficô um espêio de buniteza

o sol vermêio desceu i a lua qui tava escondida apareceu das água. a escuridão ganhô uma lanterna

abrí usbraço, já num sabia uqui era verdade nem uqui era otra mentira. loucura i esperança pode sê coisa cumesmo embaraço, é tudo um pouco da vida qui tá adormecida i acordada

a moça deu otro passo imais otro, inté ficá perto dieu mesmo morto. eu perdi uspasso. parecia qui num tinha mais passo pra dá pra frente nem pra tráis. num sabia uqui queria fugí da barriga. as mão suava, as canela suava. agradecí a escujridão i pedi pra lua sumí pru seu esconderijo. tava com vergonha dum meu pedaço qui deixô disê manso

O Moço tem medo do quê?

senti vontade de confessá umedo qui tenho dusinseto qui voa cum munta pressa, mais tava desconfiado qui num era esse medo qui a moça tava interessada. num foi a primêra veiz, mais foi a vontade mais forte qui já sentí ditê uma casa cum as parede diverdade i sabê uqui fazê cum a vida

a casa duterrêro abriu as porta e colocô a moça numeus braço. fiquei muntu esticado pra frente. ela beijô meu rosto, depois fechô usóio. esperô. primêro, pensei qui ela num queria mais vê eu. depois, achei qui ela queria perdoá, mais num era perdão. ela queria ensiná, eu queria aprendê

fechei usóio ibeijei seu rosto todo, dum lado i otro

ela sorriu. achei qui tava satisfeita, mais era só ucomeço

depois, beijô meu pescoço. queria convidá useu convite i provocá. aceitei upedido ia provocação. fechei usóio ibeijei seu pescoço cum mil anos

ela sorriu agradada

beijô boca cum boca pruqui queria avisá qui tava pronta pra me recebê. eu tava pronto pra pedí sua permissão

curvei meu corpo namuié

toquei suas coxa imoiêi sua língua na língua

ela pediu qui num era mais pra abrí usóio

falava cum a língua ias mão, inté qui desceu cum a língua macia i quente pra animá meu punhado da vida. uvão embaixo dumbigo se animô cum a fartura das carícia

Entra, ela pediu

já tava dentro

Anda até o fim do terreiro...

Ora ye ye o! A ie ie u!

... o Moço fala!





_________________________

Leia também:

histórias de avoinha: ugostu de sê água...
Ensaio 106B – 2ª edição 1ª reimpressão


histórias de avoinha: agarrada na terra, pendurada nucéu
Ensaio 108B – 2ª edição 1ª reimpressão

37. O Livro dos Abraços - Fuga - Eduardo Galeano

Eduardo Galeano


37. O Livro dos Abraços




Fuga 



Dia desses, Maité Pinero, recém-chegada de El Salvador, trouxe a notícia: — Morreu

Um avião inimigo foi mais rápido que ele. Quando o ataque terminou, seus companheiros o enterraram. Foi enterrado ao anoitecer. Todos de costas, uns para os outros. Ninguém mostrava a cara. 

Fuga tinha chegado três ou quatro anos antes, e tinha chegado para ficar. Chegou ao amanhecer, nos dias da grande chuva, e tinha se plantado no meio do acampamento, debaixo da chuva, e a chuva o metralhava e ele continuava parado. 

E continuava ah quando o dilúvio acabou: um burro, ou a estátua de um burro, já muito golpeado e troncho, que com seu único olho olhava de maneira impassível e para sempre. Os guerrilheiros o expulsaram. Ele foi insultado, chutado, empurrado; não adiantou nada. 

E assim ficou. Foi chamado de Fuga, porque era o mais veloz na hora de escapar, no escarcéu dos bombardeios. Foi mandado para longe, em difíceis missões de leva-e-traz, e voltava sempre. Os rapazes se mexiam noite e dia, de um lado para outro, através das montanhas queimadas de San Miguel, e ele os encontrava sempre. E quando o exército os cercava, Fuga dava um jeito para passar, sem dar a menor bola, pelos campos minados, e sem dar a menor bola atravessava as fileiras com seus alforjes carregados de café e tortillas e cigarros e balas. 

Não vá nos trair, Fuga, — pediam a ele. 

E ele os olhava, sem pestanejar, com seu único olho. 

O burrinho conhecia tudo. Conhecia as bases de operações e os esconderijos de armas e víveres, as trilhas e os atalhos, o cruzamento escolhido para a próxima emboscada; e também conhecia os amigos da guerrilha em cada uma das aldeias. E mais, muito mais, todo o resto Fuga conhecia: ele era dono das confidencias. Porque o burrinho sabia escutar as mágoas e as dúvidas e as bandidagens secretas de cada guerrilheiro; e até os machos mais machos, homens de ferro calado, se permitiam chorar com ele. 




Celebração da amizade/1

Nos subúrbios de Havana, chamam o amigo de minha terra ou meu sangue. Em Caracas, o amigo é minha pada ou minha chave: pada, por causa de padaria, a fonte do bom pão para as fomes da alma; e chave por causa de... 


Chave, por causa de chave — me conta Mario Benedetti. 

E me conta que quando morava em Buenos Aires, nos tempos do horror, ele usava cinco chaves alheias em seu chaveiro: cinco chaves, de cinco casas, de cinco amigos: as chaves que o salvaram.




Celebração da amizade/2


Juan Gelman me contou que uma senhora brigou a guarda-chuvadas, numa avenida de Paris, contra uma brigada inteira de funcionários municipais. Os funcionários estavam caçando pombos quando ela emergiu de um incrível Ford bigode, um carro de museu, daqueles que funcionavam à manivela; e brandindo seu guarda-chuva, lançou-se ao ataque. 

Agitando os braços abriu caminho, e seu guarda-chuva justiceiro arrebentou as redes onde os pombos tinham sido aprisionados. Então, enquanto os pombos fugiam em alvoroço branco, a senhora avançou a guarda-chuvadas contra os funcionários. 

Os funcionários só atinaram em se proteger, como puderam, com os braços, e balbuciavam protestos que ela não ouvia: mais respeito, minha senhora, faça-me o favor, estamos trabalhando, são ordens superiores, senhora, por que não vai bater no prefeito?, Senhora, que bicho picou a senhora?, esta mulher endoidou... 

Quando a indignada senhora cansou o braço, e apoiou-se numa parede para tomar fôlego, os funcionários exigiram uma explicação. 

Depois de um longo silêncio, ela disse: — Meu filho morreu.

Os funcionários disseram que lamentavam muito, mas que eles não tinham culpa. Também disseram que naquela manhã tinham muito o que fazer, a senhora compreende... 

Meu filho morreu — repetiu ela. 

E os funcionários: sim, claro, mas que eles estavam ganhando a vida, que existem milhões de pombos soltos por Paris, que os pombos são a ruína desta cidade... 

Cretinos — fulminou a senhora. 

E longe dos funcionários, longe de tudo, disse: 

Meu filho morreu e se transformou em pombo

Os funcionários calaram e ficaram pensando um tempão. Finalmente, apontando os pombos que andavam pelos céus e telhados e calçadas, propuseram: 

Senhora: por que não leva seu filho embora e deixa a gente trabalhar? 

Ela ajeitou o chapéu preto: 

Ah!, não! De jeito nenhum! 

Olhou através dos funcionários, como se fossem de vidro, e disse muito serena: 

Eu não sei qual dos pombos é meu filho. E se soubesse, também não ia levá-lo embora. Que direito tenho eu de separá-lo de seus amigos?





Gelman

O poeta Juan Gelman escreve erguendo-se sobre suas próprias ruínas, sobre seu pó e seu lixo. Os militares argentinos, cujas atrocidades humanas teriam provocado em Hitler um irremediável complexo de inferioridade, golpearam-no onde mais dói. Em 1976, sequestraram seus filhos. Os filhos foram levados no lugar de Gelman. A filha, Nora, foi torturada e solta. O filho, Marcelo, e sua companheira, que estava grávida, foram assassinados e desaparecidos. 

No lugar dele: levaram os filhos porque ele não estava. Como se faz para sobreviver a uma tragédia destas? Digo: para sobreviver sem que a alma se apague. Muitas vezes me perguntei isso, nesses anos todos. Muitas vezes imaginei essa horrível sensação de vida usurpada, esse pesadelo do pai que sente que está roubando do filho o ar que respira, o pai que no meio da noite desperta banhado em suor: Eu não te matei, eu não te matei. E me perguntei: se Deus existe, por que fica de fora? Não será Deus ateu?





A arte e o tempo

Quem são os meus contemporâneos? — pergunta-se Juan Gelman. Juan diz que às vezes encontra homens que têm cheiro de medo, em Buenos Aires, em Paris ou em qualquer lugar, e sente que estes homens não são seus contemporâneos. Mas existe um chinês que há milhares de anos escreveu um poema, sobre um pastor de cabras que está longe, muito longe da mulher amada e mesmo assim pode escutar, no meio da noite, no meio da neve, o rumor do pente em seus cabelos; e lendo esse poema remoto, Juan comprova que sim, que eles sim: que esse poeta, esse pastor e essa mulher são seus contemporâneos.





_______________________


Titulo original: El libro de los abrazos Primeira edição em junho 1991. Tradução: Eric Nepomuceno Revisão: Ana Teresa Cirne Lima, Ester Mambrini e Valmir R. Cassol Produção: Jó Saldanha e Lúcia Bohrer ISBN: 85.254.0306-0 G151L Galeano, Eduardo O livro dos abraços / Eduardo Galeano; tradução de Eric Nepomuceno. - 9. ed. - Porto Alegre: L&PM, 2002. 270p.:il.;21cm 1. Ficção uruguaia. I.Título. CDD U863 CDU 860(895)-3 Catalogação elaborada por Izabel A. Merlo, CRB 10/329. Texto e projeto gráfico de Eduardo Galeano © Eduardo Galeano, 1989


________________________



38. O Livro dos Abraços - Profissão de fé - Eduardo Galeano

1.O Livro dos Abraços - O mundo - Eduardo Galeano



Série: Jazz Para Sempre 17 - Bootleg of John Coltrane 4tet Eric Dolphy

in Copenhagen 1961



Quando você não sabe o que dizer... escute












terça-feira, 12 de setembro de 2017

o fascismo espanhol deixou marcas nas vidas e no cinema

La Voz Dormida (2011)




nunca deveria ter acontecido...










Um filme de Benito Zambrano.










Baseado na novela homônima de Dulce Chacón.















Festival Chaplin - Em Busca do Ouro

Charlie Chaplin- Em Busca do Ouro (1925)





"Do outro lado desse fim de mundo,
havia outro garimpeiro solitário."










Antes de qualquer coisa, gostaria de pedir que só leia esta crítica se já tiver assistido ao filme. Para fazer uma análise mais detalhada é necessário citar cenas importantes da trama.




EM BUSCA DO OURO (1925/1942)


(The Gold Rush)


Dirigido por Charles Chaplin.

Elenco: 

Charles Chaplin, 
Mack Swaim, 
Tom Murray, 
Henry Bergman, 
Malcolm Waite 
e Georgia Hale.

Roteiro: Charles Chaplin.

Produção: Charles Chaplin.





























Entre todas as suas memoráveis obras, Chaplin afirmava ter um carinho extremamente especial por este “Em Busca do Ouro”, uma fábula maravilhosa que relata, de maneira bem humorada, os perigos da chamada corrida do ouro, que motivou multidões a arriscar a vida em busca do sonho de conseguir riqueza através deste precioso metal. Leve e descontraído, o longa consegue balancear muito bem o humor e o drama, algo recorrente na marcante carreira deste memorável cineasta.

Em 1898, milhares de pessoas partem para a serra nevada na tentativa de encontrar ouro, buscando garantir riqueza e conforto pelo resto de suas vidas. Entre estes garimpeiros e aventureiros, encontra-se o vagabundo (Chaplin), que acidentalmente vai parar na cabana do garimpeiro Larsen (Tom Murray) ao lado do gordo Jim McKay (Mack Swaim), conhecido como “Big Jim”. Juntos, eles criam muita confusão e, após uma forte tempestade de neve, o vagabundo conhece a dançarina Georgia (Georgia Hale), por quem se apaixona perdidamente.

A ideia de realizar “Em busca do ouro” surgiu quando Chaplin leu uma reportagem sobre a chamada “corrida do ouro”, em que legiões de pessoas partiam em busca de riqueza, dispostas a enfrentar o frio, a fome e a natureza agressiva da serra nevada. Esta reportagem se transformou num dos primeiros e mais belos planos do longa, onde podemos ver milhares de pessoas subindo o monte coberto de neve, com a esperança de que este sacrifício seja recompensado por uma vida confortável após encontrar o desejado ouro. Chaplin gostou tanto do resultado final que o filme foi relançado 17 anos depois, com a rápida voz de Chaplin substituindo os diálogos na tela. A versão de 1942, no entanto, teve algumas cenas retiradas na montagem, como o beijo final entre Carlitos e Georgia, resultando numa versão um pouco menor que a original.

Charles Chaplin novamente assumiu a responsabilidade pela direção, roteiro, montagem e trilha sonora, além é claro de atuar no longa. O roteiro, que como citado ganhou a narração de Chaplin na versão de 1942, aborda temas interessantes como o poder do dinheiro e o valor que a sociedade dá pra ele, além de mostrar como as aparências enganam, na cena em que o guarda assume que Carlitos é o intruso do navio baseado nas roupas dele. O roteiro mostra ainda como o amor verdadeiro pode surgir de diversas maneiras, além de ilustrar como a solidão atormenta o homem. Como sempre, Chaplin deixa sua marca pessoal, apresentando tudo isto de maneira simples, engraçada e inteligente. O diretor tem domínio absoluto da narrativa, fazendo com que o longa flua muito bem, graças também a montagem, que adota um ritmo alucinante no inicio da narrativa, alternando para um ritmo mais lento no segundo ato, que reflete a tristeza do solitário protagonista. Ainda na parte técnica, vale destacar a fotografia de Roland Totheroth, que prioriza a cor branca, refletindo o vazio e a solidão das pessoas que enfrentam a serra nevada em busca de riqueza. Repare como a fotografia se torna sombria, priorizando a cor preta, quando Carlitos passa a frequentar o saloon e, principalmente, quando sofre por Georgia sozinho na cabana e vagando pelo exterior do saloon. Finalmente, a trilha sonora, creditada para Chaplin, Gerard Carbonara e Max Terr, é mais lenta e cadenciada na versão de 1921, ao passo em que na versão de 1942 é bastante agitada e pontua muito bem as cenas.









Como de costume nos filmes de Chaplin, as gags visuais são excelentes, com destaque para a sequência em que Carlitos, Big Jim e Larsen são expulsos da barraca pelo vento, seguida pela briga entre os grandões, apontando a arma para Carlitos. Também merece ser citada a disputa nas cartas para ver quem procuraria comida (repare a divertida reação do vagabundo ao tirar sua carta). O talento de Chaplin para fazer comédia fica ainda mais evidente na sequência em que Carlitos cozinha um sapato e serve para o amigo Big Jim. Esta cena, aliás, foi inspirada numa trágica notícia que ele havia lido sobre um grupo de exploradores que se viu obrigado a comer os sapatos, roupas e cadáveres de amigos durante sua passagem pela serra nevada. A notícia inspirou ainda os engraçados delírios de Big Jim, que revelam também o ótimo trabalho de efeitos visuais (na realidade, um truque de câmera) ao transformar Carlitos num frango gigante, ilustrando o tamanho da fome do grandalhão. Repare na sincronia dos movimentos do frango e de Carlitos quando este volta a aparecer na forma humana (ele mesmo se vestiu de frango depois que um técnico tentou sem sucesso fazer o papel). Esta seqüência, aliás, é toda sensacional, desde os delírios de Big Jim até a perseguição dentro e fora da barraca, que termina com a chegada do urso. Outra sequência interessante visualmente é a engraçada cena da casa pendurada no penhasco, que alterna entre o cenário em tamanho real e a maquete, sem que o espectador perceba a diferença claramente. Interessante também como a posição da câmera dá a sensação de que a casa está mesmo pendurada, o que revela a habilidade de Chaplin na direção e remete a um tempo em que o cinema, sem tantos recursos técnicos, era mais puro e criativo.













Chaplin também sabia ser sutil, como na triste cena em que Carlitos espera por Georgia na cabana, onde a vela indica quanto tempo ele esperou pela garota. A desilusão amorosa e a solidão dele na virada do ano estão refletidas em seu semblante, enquanto olha pela porta à espera de sua visita. Quando ele decide ir até a festa, seu rosto mergulhado nas sombras demonstra visualmente os sentimentos de seu coração, partido diante da atitude de Georgia. Georgia, aliás, que é muito bem interpretada pela bela Georgia Hale, demonstrando, ao lado de suas amigas, o cinismo das mulheres do saloon e a lenta transformação da garota. A pureza de Carlitos conquista Georgia e conquista o espectador também. Mas talvez a cena mais marcante de “Em Busca do Ouro” seja o belíssimo momento em que Carlitos faz a dança com os pães, com extrema sensibilidade e carisma. Certamente, esta é uma das muitas imagens que marcaram a carreira deste gênio. Vale citar ainda a linda cena em que Carlitos e Georgia se reencontram no navio. Na versão de 1942 o final é menos romantizado, refletindo o estado de espírito de Chaplin naquele período, após ter enfrentado seu segundo divórcio. Já a versão original tem um longo beijo entre o casal, que revela até mesmo a paixão do diretor por sua mulher, Lita Grey, que inspirou a personagem Georgia.

Extremamente engraçado, com cenas marcantes e uma mensagem humana, podemos afirmar que o belo “Em Busca do Ouro” é um legítimo representante de cinema de Charles Chaplin. E é impressionante notar como seus filmes conseguem transmitir sua visão do mundo, balanceando com grande talento cenas engraçadas e belas. É aí que reside a magia de Chaplin, um cineasta capaz de tocar como poucos o coração do espectador. Ao contrario das dificuldades enfrentadas pelos garimpeiros para conseguir ouro, Chaplin demonstrava enorme facilidade para transformar seus filmes em verdadeiras jóias da sétima arte.






Texto publicado em 19 de Outubro de 2010 por Roberto Siqueira





Série Ballet - Polina Semionova and Vladimir Malakhov

“Afternoon of a Faun” by J. Robbins






porque dançar é isso...
flutuar desenhos coloridos com o próprio corpo
ah, o corpo...
                                  quanto pecado para hipócritas 
e quanta graça humana para o ballet...
                                   prefiro o ballet aos hipócritas












segunda-feira, 11 de setembro de 2017

Júlio Verne: Viagem ao Centro da Terra / XXVII

Júlio Verne



Viagem ao Centro da Terra/XXVII





Não conseguiria descrever meu desespero. Nenhuma palavra conseguiria transmitir o que eu estava sentindo. Estava enterrado vivo, tendo como perspectiva morrer em meio às torturas da fome e da sede. Passava maquinalmente minhas mãos ardentes pelo chão. Como aquela rocha me parecia ressecada! Como teria abandonado o curso do riacho? Afinal, ele não estava mais ali! Então compreendi o motivo daquele silêncio estranho quando, pela última vez, prestei atenção para tentar ouvir algum chamado de meus companheiros. Quando meu primeiro passo conduziu-me àquele caminho imprudente, não reparei na ausência do riacho. É evidente que, naquele momento, uma bifurcação da galeria abrira-se diante de mim, enquanto o Hans Bach, obedecendo aos caprichos de uma outra inclinação, ia junto a meus companheiros em direção às profundezas desconhecidas! Como voltar? Não havia qualquer pista! Meu pé não deixara qualquer marca no granito. Quebrava a cabeça procurando uma solução para aquele problema insolúvel. Minha situação resumia-se a uma só palavra: perdido! Sim! Perdido a uma profundidade que me parecia incomensurável! O peso das trinta léguas de crosta terrestre nos ombros era terrível. Sentia-me esmagado. 

Tentei voltar meus pensamentos às coisas cotidianas, o que consegui com enorme dificuldade. Hamburgo, a casa da Königstrasse, minha pobre Grauben, todo aquele mundo sob o qual eu estava perdido passou rapidamente pela minha memória sobressaltada. Numa vívida alucinação, revi os incidentes da viagem, a travessia, a Islândia, o senhor Fridriksson, o Sneffels. Disse a mim mesmo que, se conservasse na minha situação qualquer sombra de esperança, seria sinal de loucura, e que era melhor ficar desesperado!

De fato, que poder humano poderia levar-me de volta à superfície do globo e desconjuntar as enormes abóbadas que se escoravam sobre minha cabeça? Quem conseguiria recolocar-me no caminho certo e fazer com que eu voltasse para junto de meus companheiros?

- Ah, meu tio! - gritei com desespero.

Foi a única palavra de censura que me veio aos lábios, pois compreendi quanto aquele homem também infeliz deveria estar sofrendo à minha procura.

Quando me vi assim desprovido de qualquer possibilidade de auxílio humano, incapaz de tentar algo para me salvar, pensei no auxílio do céu. As lembranças de minha infância, de minha mãe, que só conhecera quando era muito pequeno, voltaram-me à mente. Recorri à oração, embora tivesse pouco direito de ser ouvido por Deus, ao qual me dirigia tão tarde, e implorei com fervor. O recurso à providência acalmou-me um pouco, e consegui concentrar todas as forças da inteligência em minha situação. Tinha víveres para três dias, e meu cantil estava cheio. No entanto, não podia ficar sozinho por mais tempo do que isso.

Deveria subir ou descer?

É claro que subir! Sempre!

Deveria chegar ao ponto em que abandonara a nascente, à bifurcação funesta. Ali, com o riacho a meus pés, sempre poderia subir ao topo do Sneffels. Como não pensara nisso antes! Era minha chance de salvação! O mais importante era, portanto, reencontrar o curso do Hans Bach. Levantei-me e, sustentando-me no bastão de ferro, subi pela galeria. Era uma vertente bastante íngreme. Caminhava cheio de esperança e sem maiores problemas, como um homem que não tem de optar por um caminho.

Por cerca de meia hora, não fui detido por qualquer obstáculo. Tentava reconhecer o caminho pela forma do túnel, pelas saliências de certas rochas, pela disposição das cavidades. Mas nenhum sinal particular chamou minha atenção, e logo tornou-se evidente que aquela galeria não me conduziria à bifurcação. Não tinha saída. Dei com uma parede impenetrável e caí na pedra.

É impossível descrever o meu pavor, o meu desespero. Estava aniquilado. Minha última esperança acabara de romper-se naquela muralha de granito. Não tinha como tentar uma fuga impossível naquele labirinto cujas sinuosidades se cruzavam em todos os sentidos! Deveria enfrentar a pior de todas as mortes! E, coisa estranha, pensei que, se um dia meu corpo fossilizado fosse encontrado a trinta léguas nas entranhas da terra, o fato levantaria seríssimas questões científicas. Quis falar em voz alta, mas apenas tons roucos atravessaram meus lábios ressecados. Eu ofegava. Além de todas essas angústias, fui possuído por um outro terror. Minha lanterna estragara-se ao cair. Não havia qualquer meio de consertá-la. Sua luz estava se apagando e iria me faltar!

Via a corrente luminosa diminuindo na serpentina do aparelho. Uma procissão de sombras moventes desenrolou-se nas paredes obscurecidas. Nem ousava mais abaixar as pálpebras de medo de perder o menor átomo daquela claridade fugidia!

A todo instante achava que iria apagar-se e que o "negro" me invadiria. Finalmente, um último clarão tremulou na lanterna. Acompanhei-o, aspirei-o com o olhar. Concentrei nele todo o poder de meus olhos, como na última sensação de luz que lhes fosse concedido sentir, e submergi em trevas profundas. Como gritei! Na terra, nas noites mais escuras, nunca a luz desaparece completamente! É difusa, é sutil, mas por menos luz que reste, a retina do olho acaba conseguindo vê-la! Aqui, nada! A total escuridão transformava-me num cego em todos os sentidos do termo. Então perdi a cabeça. Ergui-me, os braços à minha frente, tentando apalpadelas das mais dolorosas. Comecei a fugir, precipitando-me pelo inextrincável labirinto, sempre descendo, correndo pela crosta terrestre como um habitante das falhas subterrâneas, chamando, gritando, urrando, logo machucado pelas saliências das rochas, caindo e erguendo-me ensangüentado, tentando beber o sangue que inundava meu rosto e sempre esperando que aparecesse uma muralha para arrebentar minha cabeça.

Para onde me conduziu aquela corrida insana? Continuava a ignorá-lo. Depois de várias horas, sem dúvida quase sem forças, caí como uma massa inerte ao longo da parede e perdi qualquer sentimento de vida!





_________________



Júlio Verne: Viagem ao Centro da Terra / XXVIII

Júlio Verne: Viagem ao Centro da Terra / I



poesia moçambicana: grito negro

Poesia Africana - 09




José João Craveirinha



o direito ao grito da cor negra


eu sou carvão, patrão
tua mina para servir-te eternamente
eternamente não, patrão










José João Craveirinha é considerado o poeta maior de Moçambique. Em 1991, tornou-se o primeiro autor africano galardoado com o Prêmio Camões, o mais importante prêmio literário da língua portuguesa.








domingo, 10 de setembro de 2017

poesia angolana: cacto das marés (Angola)

Poesia Africana - 08

Kaculama - Malanje - Angola




comboio da vida passa assim
uma lágrima aflita que procura
o que dê sentido aos navios
abarrotados de orações 
e cascas de laranja











sábado, 9 de setembro de 2017

9 de setembro

Naquela Mesa


Nelson Gonçalves




esta música é, antes de qualquer coisa, 

um grande lamento, quase como o choro de um filho, 
à falta do pai











Naquela Mesa


Naquela mesa ele sentava sempre
E me dizia sempre, o que é viver melhor.
Naquela mesa ele contava histórias,
Que hoje na memória eu guardo e sei de cor.

Naquela mesa ele juntava gente
E contava contente o que fez de manhã.
E nos seus olhos era tanto brilho,
Que mais que seu filho, eu fiquei seu fã.

Eu não sabia que doía tanto
Uma mesa no canto, uma casa e um jardim.
Se eu soubesse o quanto doi a vida,
Essa dor tão doída não doía assim.

Agora resta uma mesa na sala
E hoje ninguem mais fala no seu bandolim.
Naquela mesa tá faltando ele
E a saudade dele tá doendo em mim.



Composição: Sérgio Bittencourt





Sérgio Bittencourt e Elizeth Cardoso








a música brasileira dos séculos

Carinhoso



ah, se tu soubesses







Carinhoso


Meu coração, não sei por quê
Bate feliz quando te vê
E os meus olhos ficam sorrindo
E pelas ruas vão te seguindo
Mas mesmo assim foges de mim

Ah, se tu soubesses
Como sou tão carinhoso
E o muito, muito que te quero
E como é sincero o meu amor
Eu sei que tu não fugirias mais de mim

Vem, vem, vem, vem
Vem sentir o calor dos lábios meus
À procura dos teus
Vem matar esta paixão
Que me devora o coração
E só assim então serei feliz
Bem feliz



Composição: João de Barro / Pixinguinha