quarta-feira, 2 de abril de 2014

El Comunista

Alfredo Zitarrosa

Compañero alma



Está sentado ahí. Todos saben que es comunista, lo respetan, se sabe, es pobre y rico, generoso al convidar, al envidar y hasta para echar el resto. Confirmo, porque todos sospechan, que tiene miles y miles de compañeros almas y más.
De mujeres no se le sabe nada. Comentan de una pelirroja y cierta veterana patricia que lo visitaba en Playa Honda; pero como no habla todo es rumor. Qué edad tiene se preguntan los que lo ven cerrar la puerta, salir, saludar, irse a no se sabe dónde, y en síntesis se asume que es viejo.
?Tus ojos azules, Alma! ?dijo una vez, sentado, en voz alta, solo, a las tres de la mañana? y después dijo en ese bar: yo que era un niño y no sabía dónde estaba tu alma verdadera ¿cómo puedo seguir amándote hoy?
Se dice que lloraba y seguía hablando acerca de los locos y sus pensamientos. Pero lo cierto es que lo encontramos, despierto, mirando al cielo azul, muerto boca arriba, claramente amanecido, a las seis de la mañana de esa noche, en la Rambla de Playa Ramírez.





Milonga del alma III
Alfredo Zitarrosa

(Milonga)

Está sentado ahí. Todos saben que es comunista, lo respetan, se sabe, es pobre y rico, generoso al convidar, al envidar y hasta para echar el resto. Confirmo, porque todos sospechan, que tiene miles y miles de compañeros almas y más.

De la frágil materia del olvido,
pétalo a pétalo te alcé, ilusoria,
tan hondo para amar, tan resentido,
que vuelvo el rostro a toda mi memoria.

Pero no quiero en esta mala gana,
verte como a una Alicia en el espejo,
inalcanzable mancha de una plana,
cuando era niño, cuando no era viejo.

La memoria es amante que requiere
un tiempo que no puede ser el mío;
no puedo ser el silbo de lo umbrío,
yo soy el cazador, soy el que hiere.

Jacarandoso árbol de la flor,
que pone azul a toda la plazuela
y que te vio guardándote mi amor,
como a fruto robado, una chicuela.

Y yo, que duermo a veces en el seno
de una bebida con calor de madre
-qué digo, no, tan sólo de comadre-,
amo el valor del que cayó en el cieno.

El amor que blasfema,
atado como un perro a dura estaca
y aleja del costado del poema,
una visión pueril de toma y daca.

El alma tan mentida,
el tiempo frívolo de sacrosanto
viernes de pasión vestido;
la irresponsable llama de la vida
en el pábilo negro de mi canto,
y ese señor olvido, que no olvida,
y ese señor espanto.


(Los textos en cursiva corresponden a partes recitadas y pertenecen a Alfredo Zitarrosa)

Composição: Washington Benavides - Alfredo Zitarrosa

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