segunda-feira, 4 de dezembro de 2023

Los Poetas del Amor... Leopoldo Lugones (Argentina)

Los Poetas del Amor (100)


Raça corajosa e resistente
que com força selvagem
ele deu ao país com estilo equestre
sua escultura primitiva.
Quando chegar a hora esperada
em que morro por amá-la,
deixe-os deixar uma palmeira
sobre meu túmulo plantado.



EL AMOR ETERNO

Deja caer las rosas y los días
una vez más, segura de mi huerto.
Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto,
mejor perfuman cuando son tardías.

Al deshojarse en tus melancolías,
cuando parezca más desnudo y yerto,
ha de guardarse bajo su oro muerto
las violetas más nobles y sombrías.

No temas al otoño, si ha venido.
Aunque caiga la flor, queda la rama.
La rama queda para hacer el nido.

Y como ahora al florecer se inflama,
leño seco, a tus plantas encendido,
ardiente rosas te echarán en su llama.



A BUENOS AIRES

Primogénita ilustre del Plata,
En solar apertura hacia el Este.
Donde atado a tu cinta celeste
Va el gran río color de león;
Bella sangre de prósperas razas
Esclarece tu altivo salvaje
Pinta su nombre sazón.

Arca fuerte de nuestra esperanza.
Fuste insigne de nuestro derecho.
Como el bronce leal sobre el pecho
Asegura al país tu honra fiel.
La genial Libertad, en tu cielo
Fino manto a la patria blasona,
Y eres tú quien le porta en corona
El decoro natal del laurel.

En tu frente, magnífica torre
De la estirpe, tranquila campea
corno amable paloma la idea
De ser grata a los hombres de paz...
esperanza la impulsa y, parece
Cuando así su remonte acaudalas.
Que de cielo le empluma las alas
Aquel soplo pujante y audaz.

Joya humana del mundo dichoso
Que te exalta a su bien venidero.
Como el alba anticipa al lucero
Aun dormida en su pálido tul,
Cada vez que otro día dorado
Te aproxima a la nueva ventura.
Se diría que el sol te inaugura
Sobre abismos más hondos de azul.

Certidumbre de días mejores
La igualdad de los hombres te inicia
En un vasto esplendor de justicia
Sin iglesia, sin sable y sin ley
Gajo vil de ignorancia y miseria
Todavía espinando retoña
Sobre la áspera Cruz de Borgoña
Que trozaste en los tiempos del rey.


A LOS GAUCHOS

Raza valerosa y dura
que con pujanza silvestre
dio a la patria en garbo ecuestre
su primitiva escultura.
Una terrible ventura
va a su sacrificio unida,
como despliega la herida
que al toro desfonda el cuello,
en el raudal del degüello
la bandera de la vida.

Es que la fiel voluntad
que al torvo destino alegra,
funde en vino la uva negra
de la dura adversidad.
Y en punto de libertad
no hay satisfacción más neta,
que medírsela completa
entre riesgo y corazón,
con tres cuartas de facón
y cuatro pies de cuarteta.

En la hora del gran dolor
que a la historia nos paría,
así como el bien del día
trova el pájaro cantor,
la copla del payador
anunció el amanecer,
y en el fresco rosicler
que pintaba el primer rayo,
el lindo gaucho de Mayo
partió para no volver.

Así salió a rodar tierra
contra el viejo vilipendio,
enarbolando el incendio
como estandarte de guerra.
Mar y cielo, pampa y sierra,
su galope al sueño arranca,
y bien sentada en el anca
que por las cuestas se empina
le sonríe su Argentina
linda y fresca, azul y blanca.

Luego al amor del caudillo
siguió, muriendo admirable,
con el patriótico sable
ya rebajado a cuchillo;
pensando, alegre y sencillo,
que en cualesquiera ocasión,
desde que cae al montón
hasta el día en que se acaba,
pinta el cub de la taba
la existencia del varón.

Su poesía es la temprana
gloria del verdor campero
donde un relincho ligero
regocija la mañana.
Y la morocha lozana
de sediciosa cadera,
en cuya humilde pollera,
primicias de juventud
nos insinuó la inquietud
de la loca primavera.

Su recuerdo, vago lloro
de guitarra sorda y vieja,
la patria no apareja
preopación ni desdoro.
De lo bien que guarda el oro,
el guijarro es argumento;
y desde que el pavimento
con su nivel sobrepasa,
va sepultando la casa
las piedras de su cimiento.


EL NIDO AUSENTE

Sólo ha quedado en la rama
un poco de paja mustia
y, en la arboleda, la angustia
de un pájaro fiel que llama.
Cielo arriba y senda abajo,
no halla tregua a su dolor,
y se para en cada gajo
preguntando por su amor.
Ya remonta con su queja,
ya pía por el camino
donde deja en el espino
su blanda lana la oveja.
Pobre pájaro afligido
que sólo sabe cantar
y, cantando, llora el nido
que ya nunca ha de encontrar.


EL MARTÍN PESCADOR

Sobre el remanso azul, agudo acecha
Desde un lánguido gajo del sauzal,
En inminente inclinación de flecha,
La lentitud profunda del caudal.

Oro de sol en la corriente boya...
Y destellando un súbito arrebol,
Identifica el pájaro en su joya,
Sauce verde, agua azul, y oro de sol...


Leopoldo Lugones - 7 poemas



03:00 Díptico galante
01:44 La estrella del pescador
02:59 Nocturno
04:03 Tenis
05:28 La palmera
06:34 Luna de las tristezas
11:45 Un trozo de selenología
Poesía, cuentos y narraciones en la voz de Tomás Galindo.


LA PALMERA

Al llegar la hora esperada
en que de amarla me muera,
que dejen una palmera
sobre mi tumba plantada.

Así cuando todo calle,
en el olvido disuelto,
recobrará el tronco esbelto
la elegancia de su talle.

En la copa, que su alteza
doble con melancolía,
se abatirá la sombría
dulzura de su cabeza.

Entregará con ternura
la flor, al viento sonoro,
el mismo reguero de oro
que dejaba su hermosura.

Como un suspiro al pasar,
palpitando entre las hojas,
murmurará mis congojas
la brisa crepuscular.

Y mi recuerdo ha de ser,
en su angustia sin reposo,
el pájaro misterioso
que vuelve al anochecer.



LUA DA TRISTEZA

Sentindo-se vagando por sua pessoa elegante
Uma intimidade desolada de tédio,
A bela solteirona
(Trinta e oito anos, porte majestoso, um tanto frio
De uma beleza saxônica)
Do boudoir já bastante sombrio
Vê um crepúsculo morrer no rio,
E sua suavidade confiante está abandonado.

A hora está purificada, Uena da tristeza.
Uma voz distante chama: Pablo!... Pablo!
E um transatlântico, solene à vista.
Ele urra com mansidão rouca
Como o boi no estábulo.
O cais deserto abre-se para empórios desconhecidos;
Peças de roupa flutuam em alguns cabos;
E rumo ao azul rezado pelo Angelus ilusório,
O rancho dos marinheiros vaporiza sua sopa.
As docas, já opacas com a escuridão clara.
Eles paralisam em piscinas lívidas.
E cobre as margens
Uma quietude taciturna de
barcos estrangeiros...

Com a calma artística
De um cisne que expande as sedas aquáticas,
Uma lua cheia mística
Encanta bosques distantes de branco.
A nobre solitária
tem as tristezas lógicas daquela pintura tão típica;
E sua inquietação apaixonada
sobe como uma prece
Em direção àquela lua de ópio.
Seu último amor desapareceu
Sob o silêncio de uma dignidade sombria,
Na ilusão de um marido precoce
Ainda um pouco solteiro.
O jovem trivial
passou por aquela fortuna insuspeitada,
como um transeunte que passa olhando o céu.
Mais de um chora por episódios desses.

Foi aquela noite fatal, noite de luar
também. Um salgueiro ficou pálido folha por folha
No jardim. E na varanda escura,
Vestida de branco, a sua angústia palpitava.
Ele fumou lentamente seu charuto.

Eles falaram algo de crônica mundana;
De Lohengrin, que teve um elenco ruim este ano;
Sobre o casamento de Lucía Quintana...
Mas às onze e quinze.
O jovem, decididamente inepto,
murmurou: “Senhorita...”
E concluiu a visita
como sempre. Ah, a eternidade desse conceito!
Sempre! E sua alma sombria e terna,
Como umidade volátil, congela em sua testa.
Com doçura quase maternal.
Evoca o par de ligas que ela usava inutilmente...
Sua saia violeta.
O perfume inerente emanou;
E no jardim, junto ao mirante habitual, 
A frivolidade melancólica da fonte
comentava o seu langor secreto
.
Pense com uma angústia mesquinha,
Que sua incipiente elusividade foi tola;
A pérfida alquimia
da lua a envenena,
E enquanto está no parque abatido.
A fonte gira o cristal lírico de seu riacho,
Seu corpo branco assume um pensamento maligno,
Como um lírio que engole uma abelha.

Sem dúvida o ingrato assombra as escolas,
O olho incendiário, a alma pronta,
À procura das meninas insípidas
Com o laço na nuca e a sua tola vaidade.
Mas, antes da pureza da sua própria amargura.
Sua alma abandonando as brigas terrenas,
Aprofunda-se em lágrimas, como uma noite escura
Em estrelas.

A paisagem lânguida.
Dá a você a certeza do nada.
Quem acreditaria nela em sua alta linhagem,
Tão sentimental e tão infeliz!

Sob a dor sem vida que a enerva
Diante da tolice do jovem libertino,
—Com a docilidade compassiva de uma corça—
Ela sente que isso simboliza seu destino.
O sorriso fútil e infinito
de uma gravura do século XVIII,
Sobre uma velhinha
que rói um bolo...

_______________

LEOPOLDO LUGONES
(1874 – 1938) nasceu em 1874 em Villa de María, no departamento de Córdoba, em Río Seco. Foi o primogênito do casamento de Santiago Lugones e Custódia Argüello. Na infância, a família mudou-se primeiro para Santiago del Estero e depois para Ojo de Agua, cidade de poucos habitantes, onde completou os estudos primários.
   Aos dez anos destacou-se pela memória, gosto pela leitura e interesse pelas ciências naturais. Diz-se que o chamavam para animar “confraternizações” familiares. Seus pais decidiram mandá-lo para Córdoba com a avó materna para cursar o ensino superior.
   Em 1892 Leopoldo voltou a morar com sua família que se mudou para Córdoba após ter perdido a estadia. A situação económica crítica levou-o a começar a trabalhar e a tornar-se autodidata.
   Nessa época, ele deu com sucesso os primeiros passos na vida pública. Recitou sua primeira composição no Teatro Indarte, dirigiu o jornal liberal e anticlerical "El Pensamiento Libre" e alistou-se voluntariamente para enfrentar as forças radicais em rebelião em Rosário.
   Em Córdoba, Lugones tornou-se um personagem popular capaz de ser um contraponto aos pagadores do bairro, publicando versos polêmicos sob o pseudônimo de Gil Paz, promovendo greves estudantis e fundando um centro socialista.
   O ano de 1896 foi decisivo para Lugones: instalou-se em Buenos Aires e casou-se com Juana González. Na cidade grande integrou o grupo socialista de escritores formado por José Ingenieros, Roberto Payró, Ernesto de la Cárcova, escreveu no jornal socialista "La Vanguardia" e na "Tribuna", órgão do Roquismo e conquistou o ilustre público do Ateneu. Aos 22 anos começou a escrever em "La Nación", promovido por seu amigo Rubén Darío. Publicou seu primeiro livro "As Montanhas de Ouro" (1897), baseado em uma influência tardia do Romantismo francês.
   Os “novecentos” foram uma época de intensa produção em que escreveu muitas de suas obras mais valiosas como “Crepúsculos do Jardim” (1905) onde abordou o modernismo hispânico e as novas correntes literárias francesas: simbolismo, decadentismo, parnassianismo. Esta tendência atinge a sua máxima expressão em “Sentimental Lunario” (1909). Em sua obra “As forças estranhas” (1906).              
   Lugones irá capturar suas habilidades em escrever histórias de mistério. Esta obra, juntamente com os "Contos Fatais" (1926), renovam o gênero do conto e iniciam uma fecunda tradição no Río de la Plata, na qual serão escritores como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares e Julio Cortázar, inscritos.
   Em 1901 ocupou o cargo de inspetor secundário e normal sob as ordens de Pablo A. Pizzurno e Virgilio Magnasco. Posteriormente assumiu a inspecção geral onde materializou várias das ideias expressas no seu estudo sobre a “Reforma Educativa”: cursos especiais de férias, fundação do Instituto Nacional dos Professores Secundários, criação das cadeiras de Educação Física e Desenho, regulamento de a entrada dos alunos no ensino secundário. Mais tarde, ele foi contratado para viajar à Europa para estudar desenvolvimentos pedagógicos. Em 1915 assumiu a direção da Biblioteca Nacional dos Professores, que ocupou até sua morte.
   Em 1910, a comemoração do Centenário de Maio representou o apogeu do movimento de afirmação dos valores e tradições nacionais. Sob este impulso, Lugones publicou diversas obras: “Odes Seculares” (1910) e “História de Sarmiento” (1911).
   Em "El Payador" (1916), reúne uma série de conferências sobre "Martín Fierro" de José Hernández que resgatam a obra, chamando-a de "Conto Homérico da Cultura Argentina"... Esta abordagem particular estabeleceu uma fecunda controvérsia entre críticos, que perdurou por décadas e cujo resultado foi a aceitação do Poema como obra emblemática da identidade literária argentina. A leitura que Lugones faz permite-nos vislumbrar outro dos seus principais pontos de interesse intelectual; cultura clássica. Neste campo a sua produção inclui as obras “Didactica” (1910); "Os Arquivos de Hefestos" (1910), "Estudos Helênicos" (1924) e "Novos Estudos Helênicos" (1928).
   Na Europa viveu-se um período de incerteza provocado pela guerra mundial, pela revolução “soviética” e pelo fascismo italiano, enquanto na Argentina se fizeram sentir a crise econômica e a instabilidade política. Lugones foi um observador atento da situação internacional e um homem de ação no seu país.
   Lentamente, a sua visão socialista deu lugar a um pensamento nacionalista de nuances originais, crítico do liberalismo e distante das posições católicas. Este Lugones maduro foi tão controverso quanto as suas posições juvenis quando apoiou o militarismo da década de 1930.
   Seu trabalho incessante se refletiu em numerosos escritos, artigos de imprensa e conferências que lhe valeram a nomeação para a Assembleia de Cooperação Intelectual da Liga das Nações (1924), o Prêmio Nacional de Literatura (1926) e a presidência da Sociedade Argentina de Escritores, fundada com seu impulso (1928).
   Nesta fase, aumentou a um ritmo vertiginoso a sua já grande produção intelectual, incluindo “Poemas soriegos” (1928), um dos seus títulos mais elogiados, e os ensaios “La patria Fuerte” (1930) e “La grande Argentina” ( 1930). ), essencial para compreender a época e a geração de Lugones.
   Ele voluntariamente acabou com a vida em uma ilha do Tigre. Os boletins informativos surpreenderam tanto a opinião pública quanto quem os tratava diariamente na Biblioteca Nacional dos Professores.
   Lugones ainda gera polêmica hoje devido à mudança de seu temperamento político. O tempo, porém, o destacou como figura central da cultura argentina e como um de seus maiores escritores.
(Da biblioteca particular de Leopoldo Lugones)

Nenhum comentário:

Postar um comentário