terça-feira, 22 de outubro de 2024

Los Poetas del Amor... Manuel Acuña Narro (México)

Los Poetas del Amor (106)


Pois bem, preciso te dizer que te adoro,
dizer que te amo de todo o coração;
que sofro muito, que choro muito,
que já não posso fazer tanto, e ao grito com que te imploro,
eu te imploro e falo com você em nome da minha última ilusão.

Às vezes penso em te dar meu eterno adeus,
apagar você das minhas memórias e fugir dessa paixão;
mas se tudo for em vão e a alma não te esquecer,
o que você quer que eu faça, pedaço da minha vida,
o que você quer que eu faça com esse coração?



ANTE UN CADAVER

¡Y bien! aqui estás ya... sobre la plancha
donde el gran horizonte de la ciencia
la extensión de sus límites ensancha.

Aqui donde la rígida experiencia
viene a dictar las leyes superiores
a que está sometida la existencia.

Aquí donde derrama sus fulgores
ese astro a cuya luz desaparece
la distinción de esclavos y señores.

Aquí donde la fábula enmudece
y la voz de los hechos se levanta
y la superstición se desvanece.

Aquí donde la ciencia se adelanta
a leer la solución de ese problema
cuyo sólo enunciado nos espanta.

Ella que tiene la razón por lema
y que en tus labios escuchar ansía
la augusta voz de la verdad suprema.

Aquí está ya... tras de la lucha impía
en que romper al cabo conseguiste
la cárcel que al dolor te retenía.

La luz de tus pupilas ya no existe,
tu máquina vital descansa inerte
y a cumplir con su objeto se resiste.

¡Miseria y nada mas! dirán al verte
los que creen que el imperio de la vida
acaba donde empieza el de la muerte.

Y suponiendo tu misión cumplida
se acercarán a ti, y en su mirada
te mandarán la eterna despedida.

Pero, ¡no!... tu misión no está acabada,
que ni es la nada el punto en que nacemos
ni el punto en que morimos es la nada.

Círculo es la existencia, y mal hacemos
cuando al querer medirla le asignamos
la cuna y el sepulcro por extremos.

La madre es sólo el molde en que tomamos
nuestra forma, la forma pasajera
con que la ingrata vida atravesamos.

Pero ni es esa forma la primera
que nuestro ser reviste, ni tampoco
será su última forma cuando muera.

Tú sin aliento ya, dentro de poco
volverás a la tierra y a su seno
que es de la vida universal el foco.

Y allí, a la vida en apariencia ajeno,
el poder de la lluvia y del verano
fecundará de gérmenes tu cieno.

Y al ascender de la raíz al grano,
irás del vergel a ser testigo
en el laboratorio soberano;

Tal vez, para volver cambiado en trigo
al triste hogar donde la triste esposa
sin encontrar un pan sueña contigo.

En tanto que las grietas de tu fosa
verán alzarse de su fondo abierto
la larva convertida en mariposa;

Que en los ensayos de su vuelo incierto
irá al lecho infeliz de tus amores
a llevarle tus ósculos de muerto.

Y en medio de esos cambios interiores
tu cráneo lleno de una nueva vida,
en vez de pensamientos dará flores,

en cuyo cáliz brillará escondida
la lágrima tal vez con que tu amada
acompañó el adiós de tu partida.

La tumba es el final de la jornada,
porque en la tumba es donde queda muerta
la llama en nuestro espíritu encerrada.

Pero en esa mansión a cuya puerta
se extingue nuestro aliento, hay otro aliento
que de nuevo a la vida nos despierta.

Allí acaban la fuerza y el talento,
allí acaban los goces y los males
allí acaban la fe y el sentimiento.

Allí acaban los lazos terrenales,
y mezclados el sabio y el idiota
se hunden en la región de los iguales.

Pero allí donde el ánimo se agota
y perece la máquina, alli mismo
el ser que muere es otro ser que brota.

El poderoso y fecundante abismo
del antiguo organismo se apodera
y forma y hace de él otro organismo.

Abandona a la historia justiciera
un nombre sin cuidarse, indiferente,
de que ese nombre se eternice o muera.

El recoge la masa únicamente,
y cambiando las formas y el objeto
se encarga de que viva eternamente;

La tumba sólo guarda un esqueleto
mas la vida en su bóveda mortuoria
prosigue alimentándose en secreto.

Que al fin de esta existencia transitoria
a la que tanto nuestro afán se adhiere,
la materia, inmortal como la gloria,
cambia de formas; pero nunca muere.


Nocturno




NOCTURNO
A Rosario

¡Pues bien!, yo necesito decirte que te adoro,
decirte que te quiero con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto, y al grito en que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.

Yo quiero que tú sepas que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido de tanto no dormir;
que están mis noches negras, tan negras y sombrías,
que ya se han muerto todas las esperanzas mías,
que ya no sé ni dónde se alzaba el porvenir.

De noche, cuando pongo mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero mi espíritu volver,
camino mucho, mucho, y al fin de la jornada,
las formas de mi madre se pierden en la nada,
y tú de nuevo vuelves en mi alma a aparecer.

Comprendo que tus besos jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás;
y te amo y en mis locos y ardientes desvaríos,
bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos te quiero mucho más.

A veces pienso en darte mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos y huir de esta pasión;
mas si es en vano todo y el alma no te olvida,
¿qué quieres tú que yo haga, pedazo de mi vida,
qué quieres tú que yo haga con este corazón?

Y luego que ya estaba concluido el santuario,
tu lámpara encendida, tu velo en el altar,
el sol de la mañana detrás del campanario,
chispeando las antorchas, humeando el incensario,
y abierta allá a lo lejos la puerta del hogar...

¡Qué hermoso hubiera sido vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre y amándonos los dos;
tú siempre enamorada, yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma, los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros mi madre como un Dios!

¡Figúrate qué hermosas las horas de esa vida!
¡Qué dulce y bello el viaje por una tierra así!
Y yo soñaba en eso, mi santa prometida;
y al delirar en eso con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno por ti, no más por ti.

Bien sabe Dios que ese era mi más hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza, mi dicha y mi placer;
¡bien sabe Dios que en nada cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho en el hogar risueño
que me envolvió en sus besos cuando me vio nacer!

Esa era mi esperanza... mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo que existe entre los dos,
¡adiós por la vez última, amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas, la esencia de mis flores;
mi lira de poeta, mi juventud, adiós!


MISTERIO

Si tu alma pura es un broche
que para abrirse a la vida
quiere la calma adormecida
de las sombras de la noche;

Si buscas como un abrigo
lo más tranquilo y espeso,
para que tu alma y tu beso
se encuentren sólo conmigo;

Y si temiendo en tus huellas
testigos de tus amores,
no quieres ver más que flores,
más que montañas y estrellas;

Yo sé muchas grutas, y una
donde podrás en tu anhelo,
ver un pedazo de cielo
cuando aparezca la luna.

Donde a tu tímido oído
no llegarán otros sones
que las tranquilas canciones
de algún ruiseñor perdido.

Donde a tu mágico acento
y estremecido y de hinojos,
veré abrirse ante mis ojos
los mundos del sentimiento.

Y donde tu alma y la mía,
como una sola estrechadas,
se adormirán embriagdas
de amor y melancolía.

Ven a esta gruta y en ella
yo te daré mis desvelos,
hasta que se hunda en los cielos
la luz de la última estrella.

Y antes que el ave temprana
su alegre vuelo levante
y entre los álamos cante
la vuelta de la mañana.

Yo te volveré al abrigo
de tu estancia encantadora,
donde el recuerdo de esa hora
vendrás a soñar conmigo...

Mientras que yo en el exceso
de la pasión que me inspiras
iré a soñar que me miras,
e iré a soñar que te beso.


AMOR

¡Amar a una mujer, sentir su aliento,
y escuchar a su lado
lo dulce y armonioso de su acento;
tener su boca a nuestra boca unida
y su cuello en el nuestro reclinado,
es el placer mas grato de la vida,
el goce mas profundo
que puede disfrutarse sobre el mundo!
Porque el amor al hombre es tan preciso,
como el agua a las flores,
como el querube ardiente al paraíso;
es el prisma de mágicos colores
que transforma y convierte
las espinas en rosas,
y que hace bella hasta la misma muerte
a pesar de sus formas espantosas.
Amando a una mujer, olvida el hombre
hasta su misma esencia,
sus deberes mas santos y su nombre;
no cambia por el cielo su existencia;
y con su afán y su delirio, loco,
acaricia sonriendo su creencia,
y el mundo entero le parece poco...
Quitadle al zenzontle la armonia,
y al águila su vuelo,
y al iluminar espléndido del día
el azul pabellón del ancho cielo,
y el mundo seguirá... Mas la criatura,
del amor separada
morirá como muere marchitada
la rosa blanca y pura
que el huracán feroz deja tronchada;
como muere la nube y se deshace
en perlas cristalinas
cuando le hace falta un sol que la sostenga
en la etérea región de las ondinas.
¡Amor es Dios!, a su divino fiat
brotó la tierra con sus gayas flores
y sus selvas pobladas
de abejas y de pájaros cantores,
y con sus blancas y espumosas fuentes
y sus limpias cascadas
cayendo entre las rocas a torrentes;
brotó sin canto ni armonía...
Hasta que el beso puro de Adán y Eva,
resonando en el viento,
enseñó a las criaturas ese idioma,
ese acento magnífico y sublime
con que suspira el cisne cuando canta
y la tórtola dulce cuando gime,
¡Amor es Dios!, y la mujer la forma
en que encarna su espíritu fecundo;
él es el astro y ella su reflejo,
él es el paraíso y ella el mundo...
Y vivir es amar. A quien no ha sentido
latir el corazón dentro del pecho
del amor al impulso,
no comprende las quejas de la brisa
que vaga entre los lirios de la loma,
ni de la virgen casta la sonrisa
ni el suspiro fugaz de la paloma.
¡Existir es amar! Quien no comprende
esa emoción dulcisima y suave,
esa tierna fusión de dos criaturas
gimiendo en un gemido,
en un goce gozando
y latiendo en unísono latido...
Quien no comprende ese placer supremo,
purísimo y sonriente,
ese miente si dice que ha vivido;
si dice que ha gozado, miente.
Y el amor no es el goce de un instante
que en su lecho de seda
nos brinda la ramera palpitante;
no es el deleite impuro
que hallamos al brillar una moneda
del cieno y de la infamia entre lo oscuro;
no es la miel que provoca
y que deja, después que la apuramos,
amargura en el alma y en la boca...
Pureza y armonía,
ángeles bellos y hadas primorosas
en un Edén de luz y de poesía,
en un pensil de nardos y de rosas,
Todo es el amor.
Mundo en que nadie
llora o suspira sin hallar un eco;
fanal de bienandanza
que hace que siempre ante los ojos radie
la viva claridad de una esperanza.
El amor es la gloria,
la corona esplendente
con que sueña el genio de alma grande
que pulsa el arpa o el acero blande,
la virgen sonriente.
El Petrarca sin Laura,
no fuera el vate del sentido canto
que hace brotar suspiros en el pecho
y en la pupila llanto.
Y el Dante sin Beatriz no fuera el poeta
a veces dulce y tierno,
y a veces grande, aterrador y ronco
como el cantor salido del infierno...
Y es que el amor encierra
en su forma infinita
cuanto de bello el universo habita,
cuanto existe de ideal sobre la tierra.
Amor es Dios, el lazo que mantiene
en constante armonía
los seres mil de la creación inmensa;
y la mujer la diosa,
la encarnación sublime y sacrosanta
que la pradera con su olor inciensa
y que la orquesta del Supremo canta,
¡Y salve, amor! emanación divina...
...¡Tú, más blanca y más pura
que la luz de la estrella matutina!
¡Salve, soplo de Dios!...
Y cuando mi alma
deje de ser un templo a la hermosura,
ven a arrancarme el corazón del pecho
ven a abrir a mis pies la sepultura

Enero de 1869.


A CH. . .

Si supieras, niña ingrata,
lo que mi pecho te adora;
si supieras que me mata
la pasión que por ti abrigo;
tal vez, niña encantadora,
no fueras tan cruel conmigo.

Si supieras que del alma
con tu desdén ha volado
fugaz y triste la calma,
y que te amo más mil veces,
que las violetas al prado
y que a los mares los peces;

tal vez entonces, hermosa,
oyeras el triste acento
de mi querella amorosa;
y atendiendo a mi reclamo,
mitigaras mi tormento
con un beso y un "yo te amo".

Si supieras, dulce dueño,
que tú eres del alma mía
el sólo y único sueño;
y que al mirar tus enojos,
la ruda melancolía
baña en lágrimas mis ojos;

tal vez entonces me amaras,
y con tus labios de niño
mis labios secos besaras;
y cariñosa y sonriente
a mi constante cariño
no fueras indiferente.

Ámame, pues, niña pura
ya que has oído el acento
del que idolatrarte jura;
y atendiendo a mi reclamo,
ven y calma mi tormento
con un beso y un "yo te amo".


Acuña La Película




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Manuel Acuña Narro, médico e poeta, nasceu na cidade de Saltillo, Coahuila, em 27 de agosto de 1849. Viveu numa época em que a sociedade mexicana era dominada por uma intelectualidade filosófico-positivista, bem como por uma tendência romântica na poesia. Filho de Francisco Acuña e Refugio Narro. Ele recebeu suas primeiras cartas de seus pais. Posteriormente estudou no Colégio Josefino da cidade de Saltillo e por volta de 1865 mudou-se para o México, onde ingressou no Colégio de San Ildefonso como aluno interno, onde estudou Matemática, Latim, Francês e Filosofia. Mais tarde, em janeiro de 1868, iniciou seus estudos na Faculdade de Medicina. Ele era um aluno distinto, mas inconstante. Quando morreu, em 1873, tinha apenas completado o quarto ano de carreira. Nos primeiros meses dos estudos médicos viveu num humilde quarto do antigo convento de Santa Brígida, de onde se mudou para o quarto número 13, no corredor inferior do segundo pátio da Faculdade de Medicina, o mesmo que outro infeliz homem viveu anos antes, o poeta mexicano Juan Díaz Covarrubias.
Ali se reuniram muitos dos jovens escritores da época, Juan de Dios Peza, Manuel M. Flores, Agustín F. Cuenca, Gerardo M. Silva, Javier Santamaría, Juan B. Garza, Miguel Portilla, Vicente Morales e outros. Foi lá que, numa tarde de julho de 1872, alguns poetas do grupo inscreveram pensamentos e estrofes numa caveira, como se estivessem num álbum.
Em 1868 Acuña iniciou sua breve carreira literária. Deu-se a conhecer com uma elegia pela morte do companheiro e amigo Eduardo Alzúa. No mesmo ano, impulsionado pelo renascimento cultural que se seguiu ao triunfo da República, participou, junto com Agustín F. Cuenca e Gerardo Silva, entre outros intelectuais, da fundação da Sociedade Literária Nezahualcóyotl, dentro da qual deu a conhecer os seus primeiros versos. Os trabalhos apresentados na sociedade foram publicados na revista "El Anáhuac" (México 1869) e em um folhetim do jornal La Iberia intitulado Ensaios Literários da Sociedade Nezahualcóyotl. Este panfleto pode ser considerado uma das obras de Acuña, pois contém, além de obras de outros escritores, onze poemas e um artigo em prosa de sua autoria.
Ele tinha 24 anos e já havia provado o mel da glória em 9 de maio de 1871... Nessa data estreou “O Passado”, drama de sua inspiração que teve boa recepção do público. Além disso, os críticos já o haviam reconhecido como um poeta proeminente. Rosario de la Peña foi a mulher que mais esteve ligada aos seus últimos anos, foi o grande amor da sua vida e, ao que parece, pesou tanto no seu espírito que teve muito a ver com a sua trágica morte. Na verdade, a atratividade desta mulher é reservada como um dos mistérios da história, pois foi a mesma Rosário que despertou igualmente a paixão desesperada de Acuña, o desejo de Flores, a adoração senil de Ramírez e o carinho devotado de Marti.
Os extremos poéticos destes quatro literatos eram fonte de satisfação e lisonja para ela, cuja casa era frequentemente convertida num encontro onde cada um apresentava os seus novos versos, e se discutia e debatia filosofia ou bibliografia. Manuel Acuña era apaixonado por Rosario de la Peña. O seu imenso e desenfreado amor por ela foi a causa, ou pelo menos a razão mais fundamentada, para que a sua existência tenha sido interrompida quando o seu génio e a sua qualidade como escritor já eram reconhecidos nos meios intelectuais e ninguém duvidava do seu futuro de sucesso.
O que passava pela sua mente ou pelo seu coração perturbado em 6 de dezembro de 1873? É um segredo que ele levou para o túmulo depois de ingerir cianeto de potássio para acabar com sua existência. O cadáver do poeta, de cujos olhos fechados, dizem, corriam lágrimas como ele próprio previra:

"como devem chorar na última hora
as pálpebras imóveis de um homem morto"

Os versos de Acuña percorreram todos os domínios da língua castelhana e são admirados e repetidos por toda a parte, pois entre eles há muitos que bastam para revelar a sua genialidade. Acuña foi vítima do tédio, da nostalgia moral, daquela doença sem nome que murcha as flores da alma quando mal desabrocham. Nos seus últimos dias viveu de uma forma estranha: as suas vigílias eram constantes; Li e escrevi até de madrugada; Gostava de beber um café grosso, que Manuel Flores chamava de “o néctar negro dos sonhos brancos” e tinha um aspecto jovial que servia de máscara à sua secreta tristeza. A sua morte trágica é o resultado de uma perda cerebral: ninguém parece ser a causa dela e são conselhos triviais que correm pela boca das massas. Em Saltillo honraram sua memória construindo um belo teatro que leva seu nome e tem um pátio em forma de lira. No México, devido ao esforço constante de alguns de seus amigos, especialmente Luis A. Escandón e Agapito Silva, foi construído um monumento para ele, que nesta data já está concluído no cemitério de Dolores, onde estiveram por ordem do Autoridade transferiu seus restos mortais. Dizem que quando os restos mortais foram exumados na manhã do dia 29 de novembro, encontraram as roupas intactas, cobrindo os ossos; Tinha todos os cabelos que lhe caíam do crânio ao primeiro impulso do ar, e o Dr. Abel F. González encontrou no bolso do colete uma peseta do ano de 1830. Ele cunha "se não roubar a própria glória tão prematuramente " como me diz o inspirado Núñez de Arce, falando dele, ele seria hoje uma das maiores personalidades literárias do México. As composições que deixou escritas revelam tudo o que ele poderia se tornar: o destino apagou a chama de sua vida, mas não conseguirá apagar sua memória imperecível.

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